Ya estamos en el último trimestre del año…
En algunos países ya el otoño ha entrado. De este lado del mundo, mi mundo, esa estación no la disfrutamos, sin embargo es algo que me gusta mucho.
Pensando en el otoño y en el atardecer de estos primeros días de Octubre, la lección que recibo y comparto es esta:
Nada viene sin avisar…
Así como el otoño viene quizás después del más ardiente verano… Y se empiezan a enfriar las cosas, los árboles y hasta las personas… Nada viene de un sólo golpe.
Del mismo modo ocurre con el atardecer.. El sol comienza a bajar en la medida que avanza la tarde, la noche no llega de un sólo golpe, a menos que sea un eclipse y esomes algo puntual y que dura poco tiempo, y de paso, con el avance de la ciencia ya lo avisan previamente.
Los árboles no quedan desnudos en un día, ni todo va poniéndose frío en pocas horas…
Nadie se levanta un día y voltea hacia su izquierda (o derecha dependiendo del caso) y dice: a partir de hoy ya no le querré más.
Entonces, así como o el otoño permite a las personas prepararse para el frío invierno que avecina, el atardecer anuncia la llegada de la noche e igual se toman algunas previsiones, cuando vemos el frío entrar en el alma de los sentimientos es hora de prepararnos para lo que nos viene… Quizás tengas la fortuna de acercarte a tu chimenea y evitar que se hiele tu alma, o simplemente en otro caso el frío invierno helará también lo que sientes y será hora de concluir.
Por uno o por otra, es absurdo empeñarnos en decir que no lo imaginábamos… Ni el invierno, ni la noche, ni el final… Nada viene sin avisar.
AC✴