
(Para los que piensan que la Felicidad es para el que la tiene y nada más… Tenerla es compartirla; ya que así aumenta)
Felicidad… Esa era ella… Felicidad!
Despertó una mañana de esas que eran hermosas para ella. Cielo azul, pájaros cantando, buen sueño. Decidió que era el día que pasearía a ver como estaba todo en su reino (así llamaba ella al lugar donde vivía).

Se detuvo frente al armario y sacó su mejor vestido… El de muchos colores. Suspiró al verse y comprobar lo bien que le quedaba, era imposible no admirarse con semejante atuendo. Tomo uno se sus sombreros preferidos, calzo sus pies con algo lindo y salió. Ese día todos la verían, ¿quién podría no hacerlo?

Para su sorpresa, nadie la miro. Al rededor había una mezcla de silencio y letargo casi triste. Las personas no sonreían y estaban tan apuradas por llegar a donde iban, que todos la «obviaron». 😦
-¿He perdido mis atributos? Se preguntaba. -Antes todos anhelaban mi compañía, claro, y yo no me acercaba mucho…, se decía a si misma casi en tono de reproche.

Pasó la mano por su vestido y se fijó en sus colores, en lo bien que lucía y por un momento pensó:
– Mejor me quedo en mi lugar, donde todo está bien, bello y feliz, nada tengo que hacer aquí… Sin embargo eso no le hacía sonreír.
Entonces también pensó: -¡Algo tengo que hacer! ¿Sino para que me sirve ser quien soy?
Decidió quedarse y hacer que las cosas cambiarán.
Ya se había fijado al alejarse se su casa, que el cielo estaba gris y sin muchas ganas de que su rostro mostrara otro semblante.
-Empecemos por verlo de otra manera, «Si yo soy quien digo ser, lo puedo hacer», dijo mientras tocaba el azul de su vestido, y simplemente ese mismo color lo trasladó hacia el cielo.

Inmediatamente todo cambió, muchos miraron al cielo y sintieron que volvía a empezar el día, y que los rayos del sol se colaban por ahí. Había más energía, más impulso. Su vestido dejó de tener ese color, pero consideraba que valía la pena.
Así decidió hacer con cada situación. Encontró amargura y de color rosa, la vistió con ternura. Entregó flores entre los que estaban peleados y se reconciliaron. También el rosa de su vestido fue quitado.

Vio que los parques y jardines estaban secos, como el alma de muchos, producto de incomprensiones y tomó el verde que traía consigo y lo coloreó. Todo empezó a germinar nuevamente. Las personas podían sentarse a conversar en la grama, bajo un árbol o en el jardín. El verde desapareció de su vestido.

Continuó su paseo, donde había oscuridad regaló el blanco y el amarillo, y se encendieron los espacios. Ya no había golpes entre unos y otros; ya que podían caminar juntos sin tropezarse. Se disfrutaba más de cada lugar al ser observado con claridad. Perdió ese color también en sus ropas.

A los que no se atrevían a amar, los que estaban frustrados o pasando un desamor, los cubrió con el rojo vivo de una nueva pasión. Le costó altamente entregar este color, porque era de sus más preciados o favoritos, pero igual lo dió. El amor volvió a correr entre la gente. Habían enamorados por todos lados. La besos no se hacían de rogar. Las manos agarradas en largos paseos evidenciaban la intención de demostrar que estaban juntos y por amor. Campañas sonaron, uniones de dieron, hijos nacieron. Las rosas más rojas se vieron, testigo del amor y la pasión.

Y así continuó el resto del día… Dejó caer el morado para darle vida a los frutos que habían palidecido al igual que el interés en mucha gente; el naranja lo ubicó en los caminos y en sus flores, tanto como en el impulso de los que ahí habitaban, para recorrerlos; también dejó que hubiesen tonos oscuros, como del marrón y el negro, que sirvieran de marco a cada cosa linda que había por allí, recordando que las normas o reglas eran necesarias para que todo funcionase, sin tener que teñirlo todo de ellas.
Al final del día su ropa era transparente, estaba prácticamente desnuda ante los ojos de los demás, quienes no se escandalizaban de lo que veían; ya que para cada uno, ella simplemente representaba el color que les había devuelto las ganas de comenzar y seguir. Ella era una sensación, una percepción, un recordatorio de lo que cada uno tenía en su ser y podía hacer.
Ella llegó nuevamente a su casa… Y por primera vez había comprendido que a pesar de ser Felicidad, no había sido tan feliz como ese día, que su cansancio tenía el nombre de la alegría, porque había encontrado sentido en todo lo que tenía. Se había quedado sin nada en ella, ningún color acompañaba su ropa, pero sus colores habían pintado todo a su paso. Entendió, que:
No sirve de nada pretender ser feliz a solas, sin que eso irradie, impacte y embellezca la vida de otros.
A partir del paseo de ese día.. La Felicidad es feliz (y en su armario día a día se renuevan como un milagro los vestidos de colores).
Feliz día para ti 🙂 ❇