Estos días de Febrero han llegado envuelto en nubes… amanece muy nublado. Amenaza lluvia, las plantas se emocionan y piensan: -¡Me va a tocar, me va a mojar! y lentamente el sol despierta y la esperanza de la lluvia se va desvaneciendo.
Como si nunca se hablara de necesidad de regar, como si no existiera ninguna posibilidad, simplemente el día avanza y la luz del Sol se vuelve más fuerte. La sed aumenta en ella. -Solo quisiera una gota, piensa la planta que desde su raíz hasta su hoja, desea que la lluvia venga a su encuentro.
Pasan las horas, y nubes van y vienen. Blancas en un momento, grises en otro… pero el dinamismo del Cielo, no deja que ninguna de ellas se quede a considerar si cumplirá el deseo de la planta.
Llega el atardecer en los días de Febrero, y quizás las nubes se acercan al astro rey como queriendo persuadirlo con caricias de que no salga a brillar en su acto final del día, a ver si la lluvia de algún modo se presenta. El, simplemente las ignora, no se deja seducir… él esta claro en quien tiene puesta su atención, y unas nubes desesperadas no le harán desistir, y menos con la simple pretensión de conseguir algo a cambio.
Lo cierto es que la apariencia de estos días en sus inicios, tiene en ascuas a una planta que languidece día a día, pensando que la lluvia puede caer, con el resultado en negativo, y la sequía en su interior creciendo.
La lluvia ha caído… en otro lado, eso lo dejan ver las nubes en el horizonte. No te toca plantita… no te toca, quizás sea lo que continuamente se repite.
La vida que llamamos “real” es un simple reflejo visible de aquellas cosas que no lo son.
Así como le pasa a una planta, que añora la lluvia, muchas veces a nosotros mismos nos ocurre igual con algo o alguien. El día amanece y se perfila de una forma u otra y pensamos:
-Quiero que suceda esto y voy hacer lo posible (e imposible) para que así sea… Literalmente, morimos porque esto sea. Pareciera que todo está servido y las horas pasan y los días con ellos… ese odioso verdugo que llamamos “tiempo” continua en lo suyo y nuestras esperanzas se marchitan de alguna manera. Lo que esperamos, no llegó. La lluvia no cayó.
Quizás en otro lado, quizás en otra gente… pero en nosotros no.
Hoy… simplemente vuelve a amanecer nublado, la amenaza de la lluvia está latente, pudiéramos presentirla. La esperanza sube nuevamente al corazón de quien desea en todo su interior que simplemente, llueva.
Y quizás el día transcurra y una vez más la planta se quede con las ganas.
… Hoy el día comienza y mis pensamientos con el. Cielo, estás en ellos. En algún momento tus gotas tocaran este suelo, tengo una certeza en el alma que dice que sí. Sin prisas, veo las nubes, espero la lluvia aunque el sol me visite en cada atardecer.
Me encanta como lo describe, acompañado con esas fotos tan lindas
Saludos
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Gracias Hilario… Febrero me tiene mirando hacia el cielo, recibiendo sus palabras, sus lecciones, dejando los míos por todo el firmamento.
Un abrazote.
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Un febrero precioso, como esta entrada. Abrazos.
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Gracias querido Junior!
Si, febrero va precioso e intenso. Yo? Agradecida!
Un abrazote para ti
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La sed es acicate para orar y pedir la lluvia tan necesaria. Preciosa analogía Awilda. Un beso.
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Nada como una gota de lluvia, cuando de está muriendo de sed. Que bueno verte, querido Carlos.
Un abrazo
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Al igual que la planta añora el agua, también para nosotros los días salen soleados o nuboso, cálidos o fríos, incluso al margen de la temperatura. En mi febrero invernal de días fríos puedo encontrarme muy cálido con mi vida. A menudo es un enigma. Por cierto, no te lo he dicho pero me encantan las fotografías de tus posts. Enhorabuena. Un abrazo
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Que gusto Carlos. Esa fotos son parte de lo que observo y agita mi corazón. Y es como dices, en días invernales podemos tener un sol en nuestro corazón… y viceversa.
Muy agradecida por que estés.
Abrazote
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Un placer 😉
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Brillante, como de costumbre.
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Mi agradecimiento siempre, para ti!
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