Este Julio en Venezuela, es unos de los meses que más movimiento ha traído consigo, y yo siendo testigo en mi Cielo de lo que se pinta allá arriba, he ido dejando transcurrir los días desde el balcón de mis pensamientos.

Los amaneceres han sido un espectáculo continuo… uno tras otro, son momentos que se puede «wowmear» fácilmente. Como si el pintor que los dibuja hiciera gala diariamente de su experticia con los colores.

Y el sol ha he hecho despliegue de su presencia, algunas veces mostrando una timidez que no posee, escondiéndose tras una nube que viene a conversarle, mientras aprovecha su calor, hasta una fuerte presencia donde sus rayos desde tempranas horas nos enceguecen a quienes le seguimos aún de reojo.

Han sido dias agitados, unos llenos demucho movimiento y otros de tensa calma. El municipio donde vivo, sigue ardiendo sin que todavía se vea salida cierta para los conflictos.
Y me quedo pensando que la vida transcurre en las personas (y en mi) de igual manera. Un amanecer tras otro, nos trae nuevas esperanzas, nuevas ganas, nuevos proyectos, pero a veces los mismos conflictos que tenemos se quedan a vivir casi en modo «siempre eterno» sin que a ciencia cierta veamos su solución. Sin embargo también en esta semana, he ido comprendiendo que no solo es lo que nos pasa, sino la interpretación que de ello nosotros hacemos, lo que determina que vendrá a partir de algún hecho.
Del mismo modo, hemos tenido tardes lluviosas, en las cuales el panorama va evolucionando en la medida que las horas avanzan

Se presume lluvia, hasta que cae, o simplemente se va a otro lado. Como también ocurre con los mejores o peores acontecimientos que esperamos. Algunas veces suceden, otras muchas simplemente, no.

En estos días, algunas veces ha caído la lluvia, otras no pero de igual manera el cielo ha estado regio.

Cuando la lluvia ha venido a regar las plantas y el alma nuestra, el rastro de nubes que queda, es algo sublime que solo invita a dar un paseo por ellas.
Del mismo modo a veces ocurre con nuestras situaciones tormentosas…. puede que llueva tanto que se nos agrieta la piel de las emociones de tanta lágrima. Se derrama el dolor y hasta sentimos en algún momento que nos ahogamos, pero alguien deja un buen rastro en nosotros y nos preparamos una vez más para abrir los ojos y así contemplar la grandeza de lo que nos rodea, y de quién está realmente a nuestro lado.

Simplemente sucede un milagro, y lo que en un momento es totalmente gris y sombrío puede ir cambiando por colores que nos llegan al corazón, por presencias que lo cambian todo.

Y entonces la maravilla sucede, el amor se enciende, la emoción llega para quedarse; la vida nos visita y recordamos como es realmente sonreír. Sonreír al natural, tanto como son cada una de estos registros fotográficos que no llevan ningún filtro o retoque de ningún tipo. Las tardes de este Julio han sonreído a su antojo.

Los días han continuado, y he tenido la oportunidad de pasearme por las calles a pesar de los continuos obstáculos que conlleva transitar en estos días en mi amado territorio venezolano. Sin embargo o a pesar de ello, un impulso que en principio parecía negativo y hasta impositivo sirvió para que reconsiderara una situación y empezará a disfrutar de forma diferente de esta «nueva» oportunidad que se me ha presentado esta semana.
La belleza no se ha hecho esperar para ser descubierta…
Y es que cuando tenemos los sentidos despiertos, nada extraordinario pasa desapercibido.

La luz de estos días de Julio, ha sido un poco más larga que en otras épocas del año, lo que me ha permitido ser deslumbrada por lo que se puede descubrir con ella.

Los detalles más sencillos, me muestran de continuo la maravilla de ser parte de este incomparable todo.
Me he dado cuenta además, que aún cuando ocurren cosas que en principio nos choquen o parezca desfavorables, si podemos avanzar en medio de ellas y revertirlas a nuestro favor. Todo es cuestión de como queremos asumirlas.

Y los días confiaron en su amplia majestad. Cada día de esta semana ha sido un regalo por estrenar, que he sesemoacado con cuidado. Los colores del entorno me cautivan, me recuerdan que tú estás por ahí, como están mis pensamientos que lo llenan todo.

La falta de repetición en cada espectáculo del cielo, me da la certeza que cada día, ¡claro que si podemos disfrutarlo todo como «nuevo»!
Por algo no se repite, algo me está enseñando… me dice que no tengo porque estar entre las rejas del cansancio de la rigidez y de los «porque si» esos que abundan cuando se acabaron los argumentos del sentimiento.

Hay mucho más por conquistar, por vivir, por soñar… los colores en el cielo van cambiando sin parar.

Otro amanecer que expresa su novedad.

Un día que no piensa en el que ya pasó, sino que se estira hasta tocarnos con su color, con su sabor, con su amor…

Nubes que no se aquietan, que se dan el permiso de andar, de volar por el cielo inmenso.

De la misma manera los pensamientos en mi cabeza… inquietos, vehementes, subyugantes, encendidos.
Me queda una herida que se me abrió el pasado martes, como recordatorio que por más que sonriamos en un momento, eso no nos exime del dolor… pero tampoco anula sonrisa.

Pero también un recordatorio perenne de que la heridas sanan y podemos recuperar el paso , como es lo caso ya hoy. Aunque todo mi dedo actualmente está morado y aún duele, la herida va cicatrizando y sigo el camino.
Así como eso, la vida… con heridas y dolores, cicatrices y recuperaciones. Eso me recuerda que aún tengo fuerzas para seguir, que el firmamento sigue pintándose con sus mejores colores y que aún estoy a tiempo para poderlos descubrir y disfrutar.
Julio, tu semana ha sido un regalo que agradezco. Cielo, sigo mirándote…
