
Escribir… es una aventura de valientes.
No todos están dispuesto a dejar la piel en un escrito, a sentir que su corazón se acelera o su sexo se moja, al escribir lo que sienten.
Ese mundo mágico se abre y entramos descubriendo cada parte del camino, con sus cúspides muy altas, también con sus profundos precipicios.
Allí se conjugan los verbos reales e imaginarios y de nadie es la autoridad absoluta para negarlos o aceptarlos. Cada uno es dueño de en qué persona lo conjuga, lo vive, lo olvida.
Es de valientes, porque sabe quien escribe que lo dicho, no será borrado… es un riesgo para algunos como yo, que quizás el hacerlo, el dejar por escrito lo que sienten o piensan puede dejarlos sin esa nada que los contiene de forma o no voluntaria.
Lo que escribimos trasciende el pensamiento, de registra y aunque el archivo se vuele o el papel se deshaga, el ojo que logro verlo puede jamás lo olvide y quede tatuado en su mente, en su cuerpo o haya en el alma, por el impacto que tuvo; ya sea agradable o no. Ir tatuando gente con lo escrito, es volvernos indelebles..
Escribir, escribir con el alma, sin tapas, ni escondederas no es algo al alcance de los que juegan a la perfección, al cinismo de la reputación a quien va o no a la hoguera, con verdugo cercano incorporado.
Ese es un riesgo extremo, para los que quieren ir desnudos y en el camino hay nieve y sol que arrasa, espinas y vidrios que cortan, pero también nubes que abrazan y aunque no cubren, sientes que te visten con su complacencia. No todos quieren eso, hay a quien escribir solo los lleva a vestirse de etiqueta.
Escribir, escribir simplemente te libera, de lo que quieres y no puedes, de lo que salta en tu corazón, de lo que sorprendió a tu mente y en lo adelante ella empezó a tejer una historia nueva.
Escribir es desenvainar la espada de la libertad y estar dispuesto a herir a cualquiera, incluyéndonos los mismos que empuñamos la daga.
Las posibilidades ¿Quién las restringe ahí? Es nuestro territorio, la sangre con que se escribe es la nuestra… la tuya, la mía o la fusión de ambas.
Es a veces paradójico que escribir nos lleva a usar seudónimos, no ir a nombre suelto, y sin embargo quien lee sabe que somos quien somos.
Es irónico y mágico el poder mostrarnos, sin que nos vean, y que nuestras letras burlen la censura, la condición y la asfixia que algunas veces permea hasta los círculos más pequeños a nuestro alrededor.
Es para valientes… porque la hora, el tiempo, las condiciones adecuadas, el que no nos respeten por hacerlo, simplemente NO EXISTE, el que escribe es como quien se enamora y siente una de esas pasiones desenfrenadas que permiten que el amor se haga de forma inesperada en cualquier sitio, de cualquier forma como obra de arte sagrada. El mundo se detiene al hacerlo.. el Amor y escribir.
Las letras no aceptan reprensiones, bozales y algunas veces ni muchas sutilezas. Quien Escribe lo hace con la verdad que le circunda las venas, puede que no sea la de otros, pero la suya, la propia es la que se expresa, aunque se lleven cadenas, aunque otros te opriman, aunque exista el dolor, pena o vacío… condena.
Es para valientes, porque quien lo hace… simplemente Ama. Y ese Amor se ventila a través de páginas que estaban vacías, hasta que nos encontramos y las hicimos nuestras para poder expresarnos.
Escribir es un verbo que grita y se calla, que da vida y mata, que hace temblar y estar trémulos por mucho rato, y también sosegarnos al terminar y respiramos el mundo completo al hacerlo.
Escribir requiere de tanta valentía, tanta… que quienes lo hacen, escogen el escribir como forma de vivir.