En estos días, mientras admiraba el cielo y su inmensidad me detuve a ver el vuelo de los pájaros. Es algo que regularmente hago con bastante interés, pero esta vez fue un tanto más especial.
Simplemente esperé… esperé a que uno y otro en su diferencia y peculiaridad apareciera casi como de la nada, surcando ese azul que me enloquece y fui descubriendo a través de la forma de volar de cada uno, como concebía la vida y su motivo de estar aquí.

Hubo un gran pájaro que desde su lado de la vida, me enseñaba cómo además de alas para volar, necesitaba saber que había un cielo donde hacerlo. Su vuelo era más sereno que el de otros, no necesitaba compañía para disfrutarlo, en ese momento era él y el cielo… y eso me pareció fantástico. Quise ser pájaro y que solo estuviéramos tú y yo, Cielo.

También pude disfrutar de una bandada en la que hacen esa peculiar forma de flecha, como apuntando hacia el objetivo común que todos perseguían en ese momento. No tuve mas que pensar nuevamente en lo difícil que resulta a veces el ir a la cabeza, el liderar … sin embargo lo bueno en los pájaros es que esos mismos que van de primeros no tienen inconveniente en cambiar de posición al último lugar, cuando toca el tiempo de reponer fuerzas.
Tanta enseñanza para nosotros los “humanos” que casi siempre nos atornillamos a las posiciones sin querer que nadie nos releve y cuando es así, lo percibimos más como amenaza que como apoyo. Hasta en lo personal tendemos a ser tan posesivos, que muchas veces eso es lo que detona la pérdida de lo que mas amamos.

Tuve el placer de ver además el vuelo de dos… una pareja divertida. Entre gritos y piruetas iban contándose el amor que se tenían, y lo bien que se sentían de andar juntos. Esa es la mejor manera de ir con alguien compartiendo el camino, ese en el que reírse está permitido y hacer una locura no es motivo de censura. Ese vuelo, me encantó…

Y también había de esos pájaros muy agitados, que parecen asustados. Baten sus alas desde que salen hasta que terminan, no tienen un momento de bajar la velocidad y disfrutar lo que ven. Apurados como si les viniera persiguiendo alguien. Pensé al verle: “cuando llegan a su destino, se desmayan o mueren”.
Me hizo recordar a unas personas que conozco, de esas que siempre están haciendo mil cosas a la vez. De esa mismas que tú le preguntas si bailan y contestan que “si”. Pero si haces la misma pregunta en cuanto a cantar, pintar, lanzarse en paracaídas, cocinar y lo que se te pueda ocurrir, también dirán siempre que si. Lo hacen todo en todo momento, siempre llevan prisa. Hacen todo y al final no hacen nada. Me agota el estar con ellos, porque a veces puede que el todo no se trata de actividades, pero entonces cambian ese todo por su “extensa sabiduría” lo saben todo y no dejan nada para mas nadie. Sumamente agobiante.

Igualmente pude observar un vuelo a solas, de otro pájaro que simplemente recorría el lugar… sin prisas, sin ir en busca de nada… solo estaba ahí, disfrutando de sus alas, disfrutando del estar. Era como si sabia que le veía y entonces ayudaba a que el espectáculo fuera mejor.
Eso me hizo pensar en esa persona que uno sigue con la mirada, porque es un despliegue de ese “no se que” que nos atrapa. Quizás no hay muchas palabras, pero la mirada basta, quizás no tiene todos los atributos, pero el que sabe que posee, lo exhibe de forma magistral. Paz al corazón, Alegría a la mirada.

Y por supuesto también vi, el vuelo de los humanos. Cada quien en lo suyo.
A bordo de pájaros mecánicos, que los llevan a sus lugares “soñados ” donde quizás pueden tener y tener lo que siempre han apuntado en el inventario de sus deseos. Con la inmensidad de lado y lado, pero obviándola por completo; con alguien especial sentado cerca o a quien enviar un mensaje, pero sin tiempo de mirar a sus ojos o escribirle algo, por tener cuentas que sacar o planes estratégicos en los cuales pensar.
Al bajar de ellos, seguimos siendo la raza humana, sin humanidad. Cada quien a lo suyo, a su propio interés.

Y ya al final de la tarde, vi una garza blanca espléndida… sobrevoló todo el canal y era tanta la belleza que solo alcancé a observarla, no fotografíe su vuelo. Pero ella decidió bajar, cesar el vuelo y esperar. Quizás era por alimento o por cualquier otro objetivo, pero ahí estuvo mucho tiempo, haciéndome ver que cuando tenemos una intención clara, si toca suspender el vuelo, simplemente lo hacemos, hasta lograr lo que queremos.
Toda una experiencia de lecciones recogidas, a través de ver volar a esos, que conquistan el cielo cada vez que quieren… yo simplemente aprendiendo de cómo llegar a ti, Cielo.