Hay atardeceres en los que podríamos quedarnos a construir historias…

Así han sido estos dos últimos días. De esos que van deslumbrado aún en medio del tráfico.
Entonces pude reflexionar sobre que «cada quien va asumiendo un mundo» dentro de su propia vida. En cada vehículo que me circundaba, iba alguien con una historia…

Quizás uno más apurado, porque le esperaban…

Tal vez el que iba delante tocando corneta a todo el mundo, estaba más bien obstinado porque en su caso no había quien le esperara.
Otros simplemente escondían entre el tráfico sus angustias y penas
Ente música alta y baja, gritos de impaciencia en unos y sonrisas por los cuentos en sus propios vehículos… cada cual experimentaba la vida de algún modo. Y yo ahí, siendo parte del todo, observando, adivinando en cada expresión la historia detrás del antifaz.

Recordé con el silencio de los muertos, aquellos que cayeron sin vida en uno de los rincones de la calle en la llamada «Resistencia» de Venezuela.

Los días seguían su curso hacia la despedida, así que simplemente me dispuse a correr tras el sol en ellos, para verle de cerca y sentirle en mi, antes de que él bajara a descansar y que yo subiera a seguir con la vida que me toca respirar.

Fue maravilloso venir a su encuentro, allí fueron naciendo otras historias de vida en mi cabeza.

Pude seguir pequeñas pisadas de quien con la alegría del que descubre la vida, con cada concha en la arena pretendía construir el más hermoso de los collares. La candidez de los niños, que arruga el corazón con tanta espontaneidad y apertura en sus mentes. Ella manifestando todo lo que creía posible, a su lado, los pasos cansados de una abuela que ya había dejado de creer en cosas que no estuvieran al alcance de sus fuerzas.
Otras por su parte disfrutaban de la grandeza de lo inmenso al hacer sus ejercicios de yoga, enterrando sus cabezas para no ver la cantidad de basura que le rodeaba. Basura producto Del Mar de fondo de los días anteriores, pero sobre todo como consecuencia de la falta de conciencia de los que contaminan el ambiente.
Así somos a veces, nos centramos en nosotros y la realidad que sólo queremos ver, para así evitar ver las necesidades a nuestro alrededor porque esos nos haría reaccionar y tomar cartas en el asunto, ayudando.

No podía faltar en una tarde tan espectacular, alguien que protagonizara una historia de «diva». El marco era perefecto, la pose de la chica, sugestiva (si quieren dando zoom podrán ver mejor sus atributos) y luego fotos subidas al Instagram como al descuido, viéndose perfecta, haciendo creer que es así al natural y no que las tomas fueron miles para poder llegar al resultado que le diera los tantos anhelados «likes»
El buscar aceptación, se ha vuelto la forma más esclavizante de vivir. Sutil pero arrolladora.
Otros buscaban soluciones a sus problemas, sin encontrarlos. Su circunstancia eran tan inciertas y borroso el camino a una salida viable, tanto o más como borrosa es esta imagen, la cual dejé así a fin de recordar lo difíciles que pueden volverse en algunas oportunidades las relaciones. A veces la muchas palabras no aclaran nada, si el corazón no está dispuesto.

También había historia de soledades, de esas que se traducen en muchos años vividos restringiendo el amor, por temor a parecer débil, y al final lo que queda es un olvido que golpea, por parte de aquellos a quien no se dio lo que realmente necesitaban, amor.
Ese, a quien nos acercamos y contesta de forma arisca y nos ve con ojos de desagrado, probablemente sea ese mismo que termine sentado solo, sin que nadie quiera compartir su amargura.
Y luego seguí, correteando al sol, con todas esas historias en mi cabeza…

Era un cuadro mágico, porque a donde yo me movía, el podía seguirme, y por supuesto mi atención, él la tenía.

Parecía que podía contenerlo entre mis manos, y él, humildemente se dejaba.

La orilla llena de su reflejo, adornado con las conchas que sostuvieron vida dentro del agua, hicieron de ese atardecer una historia continua al territorio donde los imposibles simplemente se mudaron al otro lado del horizonte.

Y el camino hacia el sol, parecía un puente desplegado sobre las aguas, por el cual podría pasar el que quisiera; el que tuviera suficiente magia en su corazón para caminar sobre ellas. El que no viera al amor, con miedo.

Fue un completo disfrute, el de apreciar a la luz de sus rayos espectaculares, la vida moviéndose en cada ser. Entendiendo que a pesar de estar frente a semejante creación, hay quienes viven momentos tan difíciles o tan ricos, que no se dan el chance de contemplar. Y cada situación merece respeto.
Por mi parte…
Espero que aquel que iba apurado, haya podido llegar a tiempo y aquel que no tenía quien le esperara, recordara de pronto a quien sus estaba dispuesto a hacerlo.
Espero que las canciones de unos estén en sus corazones, más allá que en lo alto de su equipo de sonido; y que las lágrimas del que llora en el tráfico sirvan para limpiar lo que la nube del dolor les impide ver.
Espero que la niña cuando crezca no olvide que estuvo convencida que todo es posible, si decide hacerlo y que los pasos cansados de la anciana tengan reposo en medio de un ambiente de amor y comprensión.
Espero que las poses de perfección buscando aceptación, se hagan pedazos, dando lugar a la esencia que realmente tiene la persona. Esa que va más allá de verse bien o sexy en una foto para las redes, pero que no refleja en verdad quién se es. Espero sobre todo, que si descubre que no le gusta lo que encuentra en su realidad, tenga la fortaleza de cambiarlo y si lo que ve es de su agrado que entienda que no necesita exhibicionismo, sino mostrarse tal cual es, sin presiones.
Espero que las peleas entre dos que decidieron estar juntos, no lastimen tanto que se haga irreconciliable el camino a la alegría. Que a veces es mejor guardar silencio un rato y no quedarse mudos para toda la vida en cuanto a sus sentimientos, así tengan una vida llena de palabras cotidianas que no dicen nada.
Espero que al verse en soledad, haga comprender a quien es confrontado por el desafecto, que pedir perdón no está demás, y que tener que echar siempre culpas a otros, puede asumirse cada parte de la vida que se construye previamente.
En fin, espero que el sol como cada día vuelva a aparecer, para ir tras él, o él tras mío; y seguir así, sin que ninguno de los dos arrastremos el problema del orgullo, ese que martiriza al pensar que se es menos porque se forra tras alguien, o se es mas porque se haga el inalcanzable para ser más deseado.
Esas son las historia de estos atardeceres de Marzo, empezando a andar ya, en sus últimos días. Cielo, tú en cada uno de mis historias, de mis días, de mi vida…
