
La vida es más que mirar de lejos.
La vida consiste en tomar el riesgo de «Acercarnos«. Y para ello es necesario, jugar con el miedo (no desaparecerlo), abrir los sentidos y sobre todo atrevernos.
Todo implica riesgos. Vivir en si mismo resulta lo más peligroso en esto que propiamente llamamos vida; sin embargo todo lo que es interesante, agradable o de valor hace que asumir el riesgo, pasar el susto y desgastar de alguna manera los sentidos, valga la pena.
Cuando algo (o alguien) está lejos, eso viene producto de circunstancias que elegimos o simplemente de situaciones que nos salpicaron de alguna manera, cuyo resultado inevitablemente es una pequeña palabra de tres sílabas, pero con implicaciones dantescas para algunas vidas. D I S T A N C I A.
Entonces la vida, si la nuestra, se convierte en una constante salida «a ver vitrinas». Nos acostumbramos a ver las cosas (y hasta las personas) de lejos. Terminamos poniendo la mano sobre el aparador y suspirar diciendo: —Cómo me gustaría tocar esto (o a ese), probar esto o aquello, saborear o palpar eso que desde aquí se ve lejano e imposible.
Nos acostumbramos a ese esquema, y la vida se nos convierte en una suerte de «codicia mal sana del alma» que no nos lleva a ninguna parte (al menos no a ninguna parte disfrutable o que nos enseñe).
Nos ocurre el fenómeno de la distancia… y es que todo allí se distorsiona. De lejos, lo grande suele verse muy pequeño. Los colores reales no se aprecian y sobre todo, lo más importante…. desde la lejanía, la distancia parece infranqueable.
Pero ¿Qué ocurre cuando nos acercamos?
Primero, jugamos con el miedo. Aunque no desaparece terminamos devolviéndole «la pelota» a su cancha, mientras vamos comiéndonos la distancia. Eso implica «jugar» con el teclado de un teléfono para hacer una llamada, saltar en la orilla del mar y pretender permanecer seco, dar pasos aunque parezca que el camino se borra.
El miedo no va a desaparecer mientras estemos vivos, así que si lo sientes… ¡felicidades! Lo estás. Sin embargo el miedo puede tener sus garras ocupadas, mientras lo invitamos a jugar.
Segundo, acercarse viene con la disposición de todos nuestros sentidos… esos que conocemos como físicos, pero también con el sentido interno, ese que no sabemos dónde está ubicado exactamente, pero que se asocia al corazón, por ser el recordatorio más claro que tenemos, de que latimos.
Si preferimos estar cerca, nuestros sentidos están atentos. Los ojos buscan dónde está el detalle, despertamos por dentro (vemos hasta a ojos cerrados), el oído se afina para escuchar y también ser escuchado (y ahí la distancia desaparece).
Puedes tocar sin tocar, porque se activa el sentido interno y tu alma siente ese toque que te dan y que inevitablemente también das; estamos atentos a olfatear cualquier cosa que huela mal y nos quiera hacer desistir de acercarnos, de la misma manera un aroma a cercanía se presenta cuando se acorta lo que separa. Simplemente huele a hogar donde los sentimientos pueden aparcar sin temor.
Y los sabores más dulces llegan cuando lo amargo de estar distantes desaparece. Quizás un beso te regale el sabor más exquisito que has podido disfrutar. Todos los sentidos están vinculados misteriosamente a lo que somos internamente.
Y tercero, atrevernos… porque de nada sirve subir al avión, tener el paracaídas puesto, ver el azul y sentir el aire dando en tu cara, si no te lanzas. Jugar con el teclado, llamar y no expresar que no quieres estar lejos, es un tributo al miedo. Estar a la orilla en la playa y no sentir como moja, es hacer la visita estéril. Detenerse porque el camino no se abra, es perder la visión.
Es vital Atreverse. Aunque la garantía de que todo va a ser como queremos no exista. Atrevernos y acercarnos realmente nos permite disfrutar la maravilla.
Acercarnos nos permite visitar el ahora, comprobar que nada era como pensábamos o como simplemente recordamos de las huellas del pasado. Entonces soltamos el peso cuando entendemos que ya no queremos eso, porque simplemente no existe. Pero acercarnos también nos trae la sorpresa, el regalo y la bendición de comprobar la maravilla.
Acercarnos nos permite sentir conscientemente. Descubrimos majestad en los más pequeños detalles, lo que a otros parece sin belleza puede alumbrarnos de forma increíble. Acercarnos permite que los defectos sean tan bien conocidos que no es necesario máscaras, ni maquillajes y aún debajo de las capas de la edad, conseguir brillo en un ser que todavía está vivo.
De cerca no hay apariencias, de cerca hay maravilla.