Un día en las calles de mi vida
Y el camino inevitablemente me hace pensar, pero hoy también se coló en mi, el pesar.
El día llego como en penumbras, como diciendo: —Mejor te quedas y no vayas, que se te cure un poco la herida, esa que sangra.
Pero igual me fui…
El tráfico estaba pesado y la prisa que llevaba, me hacía notar más que así fuera. Pero aunque hubo muchos momentos en que todo se despejaba, era imposible avanzar como quería.
Entonces inevitablemente caí en cuenta de la realidad que a veces quiero obviar, para poder respirar aún en el caos.
— ¡Los huecos no dejan avanzar! Eso fue lo que termino diciéndome mi voz del interior.
Sí, el camino tiene huecos. Ahí caemos y nos lastimamos.
¡Simplemente no avanzamos, como país, como nación, como gente!
Y corremos el riesgo de acostumbrarnos, que quedarnos en letargo de sentirnos simplemente desahuciados. El hueco está ahí, caemos y punto. Nos sentimos muertos.
Hace un año esto era territorio de protestas, hoy ya quedan solo recuerdos de un pasado.
Y de muertos que una vez se sublevaron, esculturas que ya no pueden hacer nada.
Doloroso es ver la dejadez, de quien tiene en sus manos el bienestar, y en lugar de eso solo se muestra insensible a lo que en las calles pueda pasar.
Sentí que el corazón me dolía al ver a Venezuela en pequeño, en mi zona, caerse a pedazos.
Y no importa si la culpa es de estos que ya están hace una eternidad o de los que se fueron y matan por regresar. Importante es que nosotros como país nos podamos encontrar.
Que existan nuevas propuestas, ganas de trabajar, de dejar de una vez por todas de hacernos mal y pretender pagar el mal con mucha más maldad.
Los huecos en el camino nos impiden avanzar, la falta de humanidad nos impide preservar, eso que es tan importante, eso que es la dignidad.
Venezuela la mía, la del Sur…
Una vez más me levanto y te observo y junto al grito de los que ya no tiene voz, porque quizás están muertos, dejo escuchar también la mía diciendo: —¡Tenemos que despertar!
Ningún país se construye y se sostiene mediante la maldad.
Ninguna sociedad puede llamarse «social» si no hay sensibilidad de unos ante otros.
Ninguno puede clamar paz, llevando entre sus manos un puñal.
Todo esto, nos deja «huecos», vacíos de la esencia que nos ha caracterizado por los siglos. Pureza en alma, solidarios ante la necesidad, hermanos sobre cualquier diferencia.
Y entonces se nos hace más largo el camino a transitar, y corremos el riesgo de sólo quedarnos atascados, sin poder avanzar.
Hoy, a pesar de llorar en silencio, dejo que mis palabras traspasen el umbral de la inconsciencia y me permito mostrarme vulnerable, afectada y hasta emocional, ante tanta ausencia de amor y humanidad.
¡Que en algún momento podamos despertar, por favor! 😪