Que si necesitas de algo externo para ser “más feliz” es muy posible que no lo seas tanto, como quizás te has empeñado en pensarlo.
La tan cacareada felicidad, atribuida a esto o aquello, no reside en un lugar mejor que en nosotros mismos.
No es algo grande o pequeño… es algo que simplemente es, y nos llena de plenitud cuando realmente se manifiesta en nosotros.
No se circunscribe una cara de cierto modo o de otro, aunque lleva sonrisas implícitas en quien la posee.
No se asocia estrictamente con riquezas materiales, sin embargo el que goza de ella, de la felicidad, no tiene pensamientos de pobreza, porque se siente rico desde adentro.
No es atribuible a simples placeres, que duran segundos y se acaban, por lo tanto hay que ir a por ellos más de las veces que lo podemos controlar; sin embargo al experimentarla no nos hace correr tras ella, sino que se sienta con nosotros y nos acompaña a veces hasta sosegadamente.
Es necesario ser libre de aquello que nos hace más felices, porque muchas veces eso, no nos deja encontrar en nosotros la capacidad que tenemos para serlo, y su efecto es que siempre tendremos que ir por más, para conseguirlo.
Shhhhh Aquí… entre tú yo…
La felicidad es una cosquilla en el alma, que se sube a mi cara cada vez que te pienso, no porque tú me ames o no, sino por lo que en mí yo siento. Eso nadie (ni siquiera tú) me lo pede quitar.
Fascinante. Muy buena entrada.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias querido amigo.
Un abrazo
Me gustaMe gusta