Toc… toc… toc… se oye el sonido en la puerta de un país.
—Pase adelante, es Venezuela.
Cualquiera preguntaría: —¿Porqué me invitas a pasar, y no enciendes la luz?
La respuesta cotidiana ahora es:
—Porque la energía eléctrica ya no es nuestra compañera habitual.
De este lado del mundo, volvemos a padecer casi 17 horas consecutivas sin ese servicio básico.
Cualquiera puede preguntarse, sin padecerlo: —¿Que ocurre en los hospitales, en las calles, en los hogares?
La respuesta cotidiana, ahora es simple y dramática: —Nada, no ocurre nada, además de la muerte que pulula por todos los rincones nacionales.
Las velas son insuficientes, los actividades son paralizadas, los colegios están nuevamente a puerta cerrada, los electrodomésticos van al seguro destino de dañarse, al igual que los alimentos pocos que con esfuerzo se han conseguido.
Esta es la punta de iceberg, cuya parte escondida, contiene de las peores intenciones y acciones que se pueden tener contra un pueblo.
Que lo cotidiano de mi país, Venezuela, la mía, la del Sur, jamás les toque. Que esto sirva de alerta cuando cualquiera con una retórica gastada quiera convencerles de que este tipo de formato es bueno en alguna de sus facetas.
Que está cotidianidad oscura, nos vuelva más reflexivos y despiertos. 😔
¡Cuanta verdad en tu reflexión, querida Awilda! ¿Hasta cuando los que tienen que hacer y no hacen van a seguir con esta locura? Abrazote.
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Un terror que se prologa, pero que más tarde que temprano cesará, yo apuesto a por ello.
Un abrazote mi Marta.
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La peor oscuridad es la de aquellos que pudiendo servir a los demás no lo hacen. Espero que pronto tengáis esa luz que tanto necesitais. Un abrazo.
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Tal como lo dices es, querida amiga. De esa miseria que llamas oscuridad es la que estamos sufriendo por estos lados, a manos del que se resiste a servir. Pero bueno, esto como todo, pasará!
Un gran abrazo
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