La vida a veces se torna como un cielo con nubarrones,
Donde parecieran que pequeños tornados bajan y nos consumen,
Y los colores se mezclan y hacen una linda composición, aún en medio del caos.
Vivimos momentos grises que a veces eternizamos, por tenerle absurdo miedo a la felicidad,
Esa que se traspone a la luz apagada de nuestra mirada,
La misma que intenta convencernos que la calma existe, que es cierta, que basta con no quedarse en la tempestad.
Y nos siguen pareciendo hermosos los tifones, todo aquello que nos alborota
Eso que a su paso nos arrasa, y el alma se queda en la desolación de quién está en el abandono.
La vida entonces voltea y nos sorprende mirándole… buscando en ella transparencias ocultas,
Hasta que despejando las nubes nos dice con paciencia: “Todo esto que observas , que es grande y pequeño, que baja y también sube,
Son los días con que cuentas para darte por enterado, que estás hecho de todo,
De calma, de tormentas, y que los tornados son reflejos escondidos que a veces tú no encuentras,
Que los ves hacia fuera, pero es adentro donde ocurren, se desarrollan, arrasan y se gestan”.
Entonces nuestra mirada apreciativa de la vida cambia, y comprendemos más que nos miramos a nosotros mismos, cuando le observamos a ella.
La lluvia llega con ánimo de limpiar todo lo malo. Incluso las tormentas. Un beso.
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Pero a pesar de tifones y cielos grises…escampa, siempre lo hace. Y ha de haber de todo, bien dices, si no de qué fuerza para buscar la ansiada calma estaríamos hechos? Un abrazo.
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