Que cuando sientes arrugarse tus entrañas, las paredes de tus sentimientos colapsan.
Entra la cantidad de emociones que podamos sentir por diferentes motivos, la angustia es una de las más fulminantes.
De acuerdo al diccionario, las acepciones más básicas de esta emoción son estas:
Lo cierto es que quien la sufre, padece. Es muy humana dicha emoción, pero es casi insoportable para el mismo humano; siendo sus manifestaciones a nivel psicologico, emocional y corporal, fatales.
La que todo lo sabe (y no lo sabe) la reina “wiki” la nombra de esta forma:
Los estudios que se han hecho son muy disímiles o variados, pero al final a no ser por una cantidad de pastillas o tratamientos que no la extinguen, la angustia vuelve y visita cuando quiere.
Yo lejos estoy de querer o poder evaluar a nivel profesional dicha emoción, pero simplemente como humana que conoce sus tentáculos y alcances, me asomo a esta ventana y me atrevo a nombrarla, desde la posición de quien ha estado allí en esa estación.
Es un terrible estado en el que sientes que el piso ni siquiera existe, y eso no es lo peor, sino que no hay mano que te alcance para evitar la caída sin fin, esa misma que ocurre y no cesa. Tu corazón, ya no es tu corazón, sino un animal en carrera que a cada paso te golpea, te sacude y deja sin aliento, pero lo peor es que no mueres.
Las manos tienen ríos en ellas, sin tocarlos; heladas se mojan sin poder evitarlo mientras que su temblor nada le detiene; el miedo se transmite por sus poros y aunque llegases a asir algo, lo dejas caer, lo sueltas y con ello toda la templanza que al momento de experimentar esa profunda angustia, ya no tienes.
Los pensamientos, lo peor, abismo negro que no acaba, torrente de decepciones en fila, para pasar una película que quizás ya estaba olvidada. Una voz que no se calla y te recuerda esos a quien no importas, de quien no eres parte de su vida; inclemente esa voz que no se calla. Tormento a domicilio, delivery de penas que llegan a tocarnos y se niegan a salir aunque les pagues.
Solo el que la siente, la comprende. No es algo fácil de examinar y soltar. Quien tiene una vida a su medida, quizás construida con engaños, aparentemente no la sufre; es mejor vivir disimulando y no enfrentar qué exista en verdad algo que no cuadra. Se le puede maquillar por mucho tiempo, hasta que el engaño en sí mismo genera más, más angustia.
Habrá quien ofrecerá los mil consejos, sin saber siquiera que se siente… eso es como tomarles puntos de sutura a alguien sin anestesia y decir que eso no duele; claro para quién lo hace, no hay dolor, quién lo siente es el paciente. Los consejos no se escuchan mientras vas cayendo por el oscuro túnel de la angustia.
Se magnifican los desaires cuando ella nos arropa, y luchar contra ella es una guerra que nos deja exhaustos, la bandera blanca de la Paz pareciera que nunca llega. Nos cobra muchos muertos… mata la ilusión, acaba con las ganas, agujera la confianza y la deja parapléjica, sin poder hacer más nada.
Pero también ocurren los milagros, a veces momentáneos o duraderos y entonces empezamos a escucharnos.
Como por supervivencia nos descubrimos debajo de tanta inseguridad y temores infundados; nos encontramos ahí, escondidos, solos, sin creer que en algún momento seríamos hallados vivos. Y empezamos a ver las cosas menos borrosas, el agite interno va cesando, la respiración adquiere ritmo que ya habíamos olvidado, el sosiego no se ve tan lejos y la tranquilidad es una opción que aprendemos a asumir en nuestras manos, las mismas que sudaban y temblaban, ahora servirán para decir adiós a lo que atormenta.
Como toda emoción, nace dentro y manejarla será una opción también interna. Ojalá que nuestra voz de vida no se extinga y nos rescate cuando estemos al borde de abismo que la angustia fabrica. De no ser así, hay quien con especial sensibilidad puede susurrar presencia a través del roce de unas manos, y la compañía de un silencio que no cuestione, sino que diga entre pausa y pausa de respiro “aquí estoy, no estas solo(a) al alcance de tu manos”.
En fin, ante esta realidad que existe, la de la angustia, vale decir que merece respeto quien la sufre y si no existe comprensión por desconocimiento o porque se goza de una vida “a la carta” donde todo ocurre sin que exista un afectado; al menos el silencio será mejor antes de burlarse con soluciones ligeras de una carga tan pesada.