Las nubes arropan estos días de Septiembre de forma sin igual.
Se habla de tormentas que vienen de lejos y azotes que nos quedan cerca.
Entonces los días son cambiantes, mucho más que de costumbre.
Las nubes se dibujan y deshacen sin darnos a veces chance a que las interpretemos. Ayer las perseguía…
Y en medio del camino, el cielo iniciaba su tertulia conmigo. Palabras que van y vienen, entre ambos.
A veces con silencios muy largos y necesarios, con miradas también largas que nos damos. El siempre, por todos lados.
Y el movimiento que hay arriba, también lo hay aquí abajo. Mientras las nubes corrían de un lado a otro, y el cielo cambiaba su ropaje; la orilla hacia lo mismo, aún con más fuerza.
Ayer y la promesa de que las tormentas cesarían, pero eso es solo pretensión del humano, sin poder asegurar que nada ocurra.
Hoy sigue amaneciendo Septiembre, y las ganas de la lluvia, no se van de un todo.
Y el sol sin dejar pasar la oportunidad, también se viste de luz y sale a hacer lo suyo, aunque lo suyo, esté lejos.
La belleza del contraste aparece, dibujando posibilidades infinitas en la mente.
Como el acercarse en la distancia, como el cese de las lágrimas con la risa, como ojos que ven aún cerrados.
Jugamos a la vida una vez más en este Septiembre. Nos disfrazamos de humanos para que nuestros monstruos no aparezcan.
Nos exponemos a la luz del día y hacemos que nuestra oscuridad quede “a oscuras ” por un rato, hasta que solo la tengamos a ella.
Que la lluvia amenaza con caer más tarde, y el tiempo se sigue consumiendo para este mes semanario, que es lo que le queda.
Yo sigo mirando hacia el todo… observo sus cambios, sus quietudes; oigo sus silencios más callados y me quedo en los míos, esperando.
Septiembre que ya te acaba… después de brincos y saltos.
La lluvia es promesa de felicidad futura, aunque hoy las gotas semejen lágrimas. Un beso.
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Si, a veces es complejo distinguir entre lágrimas de risa o de tristeza, pero ambas nos empapan.
Un abrazo apretado.
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