
La crítica, esa que grita aún en silencio y cuyos tentáculos aprietan hasta asfixiar, aunque se finja un respiro imaginario. La misma que se trasmite no solo con palabras, sino con gestos y actitudes que invalidan o descalifican a su objeto.
Es esa misma que recibimos por un tiempo, pero que si es el único sistema que certifica cualquier opinión acerca de nosotros simplemente nos aísla, nos aparta, nos lastima.
El riesgo que se corre con ella es, que inicialmente puede tener algún buen propósito a la hora de señalar algo que puede mejorarse o que se percibe de forma diferente; sin embargo lo más probable es que si se insiste en ella, terminemos más a realizando un juicio de valor aún sin tener todo los elementos necesarios para ello (porque nunca sabremos todo, de todos).
Un camino que se recorre a base de críticas y reproches, es un camino que se torna insoportable, y aún cuando los pasos parezcan que avanzan, el lugar de llegada llamado armonía jamás se visitará. A veces es excluyente una de la otra.
Las relaciones no se sustentan con la crítica, sino bajo el paraguas de la palabra comprensión.
No somos cuadros en las paredes de un museo, ni platos en restaurantes buscando Estrellas Michelin; solo personas, seres humanos complejos, susceptibles a ser traspasados y heridos por palabras que no contengan ni un ápice de generosidad.
La crítica termina borrando el camino, y hasta quien había decidido andarlo.
Quien se empeña en vivir criticando al que va a su lado, tiene por seguro que la única compañía que le quedará será precisamente ella, la crítica.
Creo que cada cual encuentra en su vida aquello que busca. Un abrazo.
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Si hiciéramos autocrítica nos iría mejor.Un abrazo
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Eso sería lo ideal, Rubia; pero ya sabes cómo funcionamos los humanos…. a veces a la inversa de lo que la lógica sugiere.
Un abrazo de encierro.
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