Octubre avanza a su final… le escucho

Camino hacia mis quehaceres de hoy, el tráfico normal, entre vehículos que quieren burlar el controlador de velocidad, motos que zigzaguean como queriendo tejer una trampa en la vía y ciclistas reacios a usar la ciclovía. El riesgo a la orden del día.

Los días de Octubre avanzan, y con ellos su despedida. Pareciera que todo va sin «pena ni gloria«, o más bien como mucha pena, debido a todo lo que nos ha tocado este famoso 2020, de quién muchos dijeron «era el año».

Hay azul y claridad a ratos, rayos de luz serpenteantes que deciden ser solo flashes en un día que sabemos va a ser de lluvia. Pero la luz hace lo suyo, alumbra y rompe por instantes lo que se supone es oscuro.

Llegó a mi lugar y en pocos minutos ya todo ha sido cubierto de neblina, de gris, de frío… Octubre se encoge de hombros y me dice: —Abrígate, que se que está temperatura te afecta.

Yo asiento con la cabeza, mientras cierro la cremallera de mi chaqueta. El frío entra, desafiante como si no temiera a lo acolchado de las prendas, sobretodo en un cuerpo cono el mío.

Pero le miro…

Veo lo imponente de este día de Octubre y el degradé de grises sobre la montaña, que no puedo hacer más que admirar la elegancia con la que este mes ha elegido despedirse.

Para no dejarlo pasar, le pregunto: —Querido… amigo, Octubre ¿qué te llevas?

Y el pacientemente acomoda su bufanda gris al cuello y con las manos en los bolsillos de su chaqueta, al igual que yo, responde, mientras subo las escalera que me llevan a mi tarea de hoy.

—Me llevo muchas ganas inconclusas… porque a veces creo que no se entiende nada…

—A ver, cuéntame más de eso, le digo intrigada.

—Bueno querida mía.. (y me encanta que me diga así), que pienso en que soy el mes diez (10) si fuese un hombre fuera perfecto, y escucho su carcajada. Luego vuelve nuevamente a la calma y con voz más bien grave me cuenta: —Es que pareciera que todo lo que ha vivido la humanidad estos últimos Díez meses, todavía no es suficiente para que estén pendientes unos de otros, se cuiden unos a otros, y vivan unos por otros.

Yo, miro al suelo y luego levanto la vista y observo todo…

—Pues quizás nos falta mucho más, para poder no sólo entenderlo, sino hacer algo al respecto. Digo y esa autocrítica, me corta a mí en primer lugar.

—Bueno, entiendo, los humanos, son humanos. Me responde en tono conciliador. Mientras yo sigo el camino y al llegar abro una pequeña ventana como puedo, para seguirle viendo.

—No todo esta perdido querido «Diez», mientras la vida se mueve y conversemos, tenemos una esperanza. Como yo hoy muchos que te están viendo y quizás se atreven también como yo, a dialogar contigo.

El me mira entonces y antes de sumergirme en la actividad de un día más de trabajo, toca con suavidad mi hombro y dice: —¿Y tú que te llevas de mí esta vez?

Siento que mi corazón salta de manera inusual…

—Me llevo la vida que sigue latiendo, querido. Lo que aún no se acaba en los respiros, la esperanza de que podemos estar conscientes alguna vez, de quienes somos; y el no rendirme. Porque así como se que tú vas a volver dentro de un año, aunque yo no tenga ese tiempo de vida, quiero volver a creer que todo puede ser posible, desde adentro.

– Entonces, estoy satisfecho.

Yo entro a mi labor; el sigue allá afuera, sin ser visto.

Octubre 27;2020 7:10 am

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