La semana comenzó hoy… Día azul, en que di los pasos hasta su orilla y me acerqué.
En los últimos meses he ido a encontrarme con el mar, más de cerca; más entre el y yo, en medio de un tiempo en el que me he dedicado a contemplar, a pensar a solas, a querer entender la justa dimensión de las cosas (cosa que no he alcanzado, por supuesto).
Ha sido un tiempo extrañamente bueno, que hasta me ha dado miedo quedarme «pegada » allí , atrapada en todo eso del apego, ya sea de personas, lugares o cualquier cosa a la que estemos inclinados en anclarnos.
Lo cierto es que entre día y día, tertulia y tertulia, he aprendido a escucharle más, para retribuir de alguna manera todo lo que él me ha oído a mí, por mucho, mucho tiempo. Si él contara las cosas que le he dicho..!
Llegar y saludar el día, al Creador, esperar que el agua me toque y también me salude, admirar el cielo en su esplendor, así como las nubes en su paseo, los pájaros en su vuelo y los peces dejándose adivinar una que otra vez por mis ojos, ha sido de las mejores experiencias que la cotidianidad de este momento me ha permitido.
Pero… de los que siempre hay ; los «pero» que inhabilitan y castran, que perturban y no aportan… de esos «pero«.
Pero o más bien a pesar de toda esta maravilla a la que mi vida de cierta forma no está acostumbrada a tener la libertad de disfrutar, me propuse hace unos días que no podía acostumbrarme al hecho de necesitar ese espacio oxigenado, para sentirme bien. Así que obvié a propósito dos días de la semana anterior, además de este finde que acaba de pasar y no volví. Hasta hoy.
El día estaba realmente bello, y me alegré de regresar y en medio de la actividad que realizo en su orilla y un poco más dentro de su agua, me atreví a dejar que conversáramos.
Cuando llegué todo estaba muy quieto, su vaivén era casi imperceptible… me fije al límite que demarcaba su rastro en la arena y desde allí saludé, como al resto de los elementos que conmigo estaban allí.
Siempre respetuosa, no invado su agua hasta que él, no contesta mi saludo, y así empecé mi recorrido que duró al menos una hora.
Lo vi agitarse y serenarse una y otra vez, hasta que terminada mi rutina de movimiento a su lado, me detuve con paciencia y le pregunté: «¿porqué tan agitado a ratos?
Con la salida más común que emite cualquiera cuando está molesto, respondió: «nada»
…
😳
—Vaya, si que estás molesto, continúe diciendo mientras pies y manos tocaban su superficie húmeda y en movimiento.
Se hizo un silencio, las olas fueron y vinieron, pero hubo estuvo callado.
—¿Molesto por mi ausencia? Dije como buscando un contacto que no llegaba, mientras que él, a pesar de sus ganas de ignorarme iba dejándome sus bellas conchas de mar en las manos.
—No he dejado de venir porque me falten ganas, sino para no hacerme es clava de estar aquí, y ya luego no encontrarme en ninguna parte.
—Eres simplemente cobarde y cómoda. Y al decirme esto, una ola estalló en mi cara, mojándome más de lo habitual.
—Ya sabes, eso se necesitar a alguien o a algo, nos vuelve dependientes y al final no es bueno. Me justifique con ese argumento, queriendo que lo entendiera.
El siguió en su vaivén y como queriendo enseñarme algo se calmó.
—Tú sabes que voy a estar siempre aquí, ¿no? Mientras él hablaba yo solo miraba su agua.
—Si.
—Bueno, a menos que pase una de esas catástrofes que a veces ocurren, seguiré estando aquí cada vez que decidas volver. Entonces ¿a que le temes?
—A un día no poder venir y que me hagas mucha falta.
—¿Porqué temerle tanto al dolor?
—¿Porque sé como es… y no lo quiero más ?
—El dolor que da la ausencia de lo que queremos o de quienes queremos, es algo que estará siempre, no dejará de pasar porque te quieras blindar contra ello. Así no funciona…
—¿Y entonces que sugieres?
Y no respondió, por unos minutos siguió ahí, solo haciéndome sentir su presencia, acariciando mis pies.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Si claro, respondí.
—Te ha pasado por la cabeza en algún momento que yo quiero que vengas, que me gusta ver que llegas y que a pesar de mi inmensidad y lo que me rodea, que tú estés, hace que no me sienta tan solo. ¿Haz pensado eso alguna vez?
—Realmente no… ya sabes, creo que siempre la que siento soy yo, y tú estás… tan bien y completo allí, en lo tuyo, que no esperaba que dijeras o sintieras eso.
—Pues lo que te he dicho, es así. Entonces no te encierres tanto pensando en solo lo que tú sientes, ten presente que yo también, te espero.
Y entonces hicimos un acuerdo de «no ausencia » al menos no por esa, que sólo la fábrica el miedo al dolor que ella puede traer.
Y sus regalos en la mañana, fueron más abundantes que de costumbre…
Él, mar me dio la oportunidad hoy de reflexionar acerca de aquello de lo que uno se distancia por temor a salir lastimada y con ello también desperdicia las oportunidades que la risa y la alegría pueden traer en medio de eso de lo que huimos.
La cobardía no es quien da los mejores consejos, pero a veces nuestros temores son tan grandes que la etiquetamos de lógica y razonable, terminando por dejar la vida detrás de una puerta… que pocas veces se abre.😔
Conversaciones interesantes la de hoy…