Cuando somos madres 🌼

La vida nos cambia cuando somos madres… aterrizamos a emociones desconocidas, conocemos de frente al miedo, pero aun así la fortaleza se hace presente de forma inexplicable. Las madres nos sorprendemos.

Nuestros días nunca más son iguales. Las noches no existen más como las conocíamos antes. Al principio es un llanto que nos reclama, por hambre, por sentirse incómodos o mojados, o simplemente por necesidad de tener el olor y el calor conocido desde el vientre, cerca. Dando sensación de seguridad y amor al que todavía es dependiente. Las madres nos desvelamos.

Las lágrimas comienzan desde el momento que escuchamos la voz de los hijos por primera vez, ese primer grito que dice: —llegué a la vida, inaugura una cascada de gotas en nuestro rostro que ya no se irán más, ya sea que las propicie la alegría o una profunda tristeza. Las madres lloramos.

Nuestro corazón palpita a la velocidad de la luz, cuando nos llaman «mamá» por primera vez, y quizás es porque al escuchar ese nombre en la boca de nuestros hijos, se nos confirma que es un título al cual no podemos, ni queremos renunciar nunca más, aunque eso conlleve muchas veces a renunciar a nosotras mismas. Las madres nos emocionamos.

Sostenemos una pequeña mano cuando los pasos empiezan a aparecer en los pies de nuestros chiquis, nos asustamos con cada caída, pero ahí estamos para agarrar, esa misma mano que años más tarde no querrá más ser sujetada por la nuestra. —Ya soy grande, mamá. Será una frase que taladrará nuestro corazón cuando ya no seamos necesarias para mantener un equilibrio, o librar de un miedo nocturno. Las madres estamos ahí, siempre.

Celebramos las grandes victorias y hasta lo que no se considera como tal. Una vuelta en la bici sin rueditas, un gol anotado aunque no hayan más jugadores, una escala musical que has escuchado por horas seguidas, una corbata puesta por primera vez, unos tacones que nos asustan, pero se ven bien al final de esas piernas que ya crecieron. Ser testigo de las primeras flores para una chica o secar las lágrimas de un corazón roto por un chico despiadado. Las madres estamos de fiesta por los hijos.

Vemos nuestros cuerpos y comprendemos con asombro que fuimos capaces de tener otra vida dentro y ahora verla andar fuera, y esa misma vida nos mira a los ojos, haciéndonos entender que que hay misterios que no alcanzaremos a descubrir y micho menos a comprender, pero al final maravillosos, por hacernos parte de esa misma magia. Entonces las estrías, los kilos demás y unos pechos que ceden totalmente ante la gravedad, se vuelven un altar en el camino de la vida, que señalan como en la antigüedad, los milagros ocurridos. —¡Un hijo nació, y fuimos parte de eso! Las madres entregamos.

Así también, llegan los días de los títulos y graduaciones, de trabajos nuevos, de novias y novios, de matrimonios. Y esa misma manito pequeña que un día se aferraba a nosotras, ahora nos dice adiós en un aeropuerto, al salir de una boda, en el terminal de buses, o en la propia puerta de nuestra casa, porque decidieron irse a vivir al menos 10 calles lejos de nosotras. Es como si el telón de nuestra obra estelar bajara, y aunque exista uno que otro aplauso, la tristeza nos embarga, llega. Las madres nos sentimos solas.

Pero la historia no termina, luego veremos la sonrisa, los ojos, las manos y los gestos de nuestros hijos, en sus propios hijos… entonces ellos comenzaran a entendernos más y sabrán de la dimensión de nuestro amor y la necesidad de aquellos «no» por los cuales nos odiaron a ratos. La vida es tan bella que no nos permite quedarnos solas en el papel de madres, sino que invita también a nuestros hijos a tener hijos, y recibimos un «gracias» inexplicable a través de sus ojos, aunque quizás sus bocas tarden mucho tiempo más en atreverse a pronunciar un agradecimiento genuino. Las madres nos hacemos mayores.

Los años pasan, llegan las enfermedades, las arrugas, las canas, la voz se vuelve más ronca, las piernas menos fuertes, los pasos más lentos, las manos menos ágiles. Pero los hijos siguen intactos en el corazón y la mente, las lágrimas de la nostalgia siguen cayendo y las de la alegría cada vez que los vemos, también son compañeras. La tumba nos espera, pero antes de irnos queremos una mano que sostenga la nuestra, para poder decir un último:—Te amo hijio(a), besar una cabeza e irnos con la certeza de que nos dimos, con el amor más grande, sincero y hasta puro que fuimos capaces de ofrecer. Quizás no exento de dudas, errores y decisiones equivocadas, pero si con las ganas, el deseo y la motivación de hacerles bien. Las madres morimos.

Madre, la que pare dolores y alegrías
Que da sin medida, aunque duela
Cuyo horario comprende la noche y el día
La que deja su amor, como una huella.

Felicidades a todas las que tienen un hijo en si vientre y lo aman desde entonces hasta que la vida se agota pero también también a aquellas que sin haberlos concebido en sus cuerpos, los han concebido en sus mentes y corazones, que van sembrando hijos a sus pasos y tienen un sentimiento enorme. Gracias por ser mamá.

Mirar la luna….

Mirar la luna….

Mirar al cielo y encontrarnos con Luna, es un regalo…

Quizás para quién no representa un milagro, el poder hacerlo, esta especie de «admiración puede pasar desapercibida.

Somos dados a obviarlo, lo obvio.

Pero, encontramos con Luna a estas horas de la mañana significa que no todo está perdido.

Aunque a veces esté muy gris, muy frío y hasta muy inhóspito si se quiere, verla por ahí sonriendo, me reconcilia con la luz, el calor y la humanidad

No todo el que puede verla, la ve. A muchos no le importa. Su preferencia está en mirar al suelo, calcular los pasos para llegar a algún lado, contar los billetes que de traiga en los bolsillos, producir lo que se conoce como éxito. Ser importante.

Entonces se toma el mirar más allá de la nubes, como una tontería innecesaria, como quien vuela por ilusiones insondables y por tanto no realizables.

Pero ella está allí, irrefutablemente es así. No es ilusoria, ni utópica; su presencia reafirma que somos parte de un todo inmenso, en el que alcanzamos a ver en este momento, solo una parte muy sutil de quien es

«Todo esta en orden», me sugiere su presencia. Todavía hay día y noche. Seguimos girando sin caernos y es algo extraordinario. Lo pasamos por alto cotidianamente, pero es así, giramos sin caernos, no terminamos patas arriba, sino que podemos seguir andando «normalmente».

Somos especialistas de lo obvio, y ver a Luna me lo recuerda y me hace no sentirme muy cómoda en el sillón de la indiferencia. Porque eso no es vivir.

Azul inmenso, celaje blanco
Esperanza de permanencia, de quietud, de armonía.


Guiño en el alma, cráteres de escondedero para los que se sienten solos. Abrazo de piedra que no sabe a frío.


Mirada a la tierra, sublime y tierno. Quisiera que todo pasara y poderse sentar en el infinito a compartir un café de amistad, que haga sentir el universo humano,festivo y amable. Todos juntos.

A estas horas de la mañana,sola, pero ella sabe que las estrellas estan ahí y su brillo lo siguen compartiendo aunque lo guarden de la mirada de lo terrestres obviadores. La compañía no acaba.

Luna, bella, plácida en el cielo, fuera del alcance de la tristeza y el conflicto. Esperanza, cercana a pesar de la distancia. Amor.

Gracias por estar,gracias por no irte,gracias por sonreír en esta fase y regalarte llena cuando quieres.

Mi corazón te ve y se alegra, mis certezas se vuelven más fuertes y el hoy se adorna contigo.

El día comienza, miro al cielo y vale la pena.

Martes 17, Enero 2023

Botes de un solo remo… dolor 🚣‍♀️ 😔

Simple! un bote lleva dos remos, porque ambos son necesarios… si se quiere llegar a una orilla, por supuesto.

Como humanos a veces tendemos a meternos en relaciones que duelen; aunque por mucho tiempo nos empeñemos en no darnos cuenta, o al menos esa es la excusa más condescendiente que podemos ofrecernos a nosotros mismos “que no nos dimos cuenta”, aunque el daño esté hecho.

Por razones que yo no alcanzo a entender queremos ir tras lo que “no es”, y tenemos un mal radar para dirigirnos a un lugar que ni siquiera existe. ¿Porqué digo esto? Porque he tenido un solo reno, se como es, soy humana.

Las relaciones, que llevan entremetidas sentimientos, emociones, entrega del día a día (dicho de una manera más corta, vida) son como una embarcación. Para no hacerlo ver cómo algo colosal, ni siquiera voy a decir que es una “gran embarcación”, no, solo diré que es un bote. De esos en los que cabe una persona, o dos y en los que obligatoriamente hay <dos remos >.

Como todos sabemos para que un bote se mueva para algún lado y llegue a una orilla de forma afortunada, es necesario que se reme, haciendo uso de las aletas de madera laterales llamadas remos. Y es igual para volar… lo que tiene facultad para hacerlo, también tiene dos alas.

Igual ocurre en las relaciones con las personas, sobre todo en las que se involucran sentimientos. Puede que por mucho, mucho tiempo una persona se conforme con estar estancada en un lago sin ir a ninguna parte, sólo remando por su cuenta para intentar que la otra persona esté “a bordo” del bote (cosa que nunca ocurre). Tener ese remo agarrado por nuestro corazón y tener la esperanza absurda de conseguir aún el más leve movimiento, se convierte en una obsesión, la mayoría de las veces más bien tóxica.

El uso de un solo remo, puede traducirse en acciones que todos conocemos: cuando una sola persona es la que llama, cuando solo hay detalles de un solo emisor; cuándo la palabra “te quiero” es un repertorio que alguien va acumulando porque recibe y recibe, pero esos vocablos son desconocidos para trasmitirlo a esa otra persona, siendo verdad.

¿Que las cosas pueden llegar a estar por largo tiempo así? ¡Lamentablemente, si! Eh ahí, la razón desconocida. Por alguna fuerza oculta o simple tontería (para quitarle lo profundo o místico) asumimos quedarnos con un solo remo, a riesgo de hundirnos.

Esperamos que una migaja de amor caiga de la mesa rebosante de quién lo reparte quizás a manos llenas para otro, pero nunca para nosotros, volviéndose casi obsesivo el deseo de recoger alguna gota de amor mal destilado que pueda llegarnos. Eso no esta bien, ni nosotros tampoco si nos empeñamos en justificar el desamor y conformarnos con ello.

Elige moverte, llegar a alguna orilla, bajar del bote si es necesario, porque a un solo remo igual no llegaras a tiempo a ningún lado.

Es preferible elegir un camino y andador solo, a estar a medias con un sentimiento mal valorado. Las relaciones son de a dos y se requiere la participación de ambos, sino condenanos al corazón a un monólogo triste.

Un solo remo, sugiere una sola persona a bordo…

Clima y sentimientos… 🥶💔

La vuelta a casa, en el manto gris de la casi noche. La vida corre.

Él recuerdo es buena compañía, o quizás mala para traer los dolores de otrora. El pensamiento viene.

Luces en el tráfico, frío en la cara, se corta de alguna manera el ciclo de nostalgia. Hace bien olvidar.

Sigue el camino y mientras avanzó mi propia película echa hacia atrás. La terquedad del corazón.

La realidad no perdona, te mantiene alerta o puedes ser derribada por quien anda apurado. Los sentimientos se han ido.

Y llueve, como si la tierra estuviera árida y lo necesitara y los pasos se vuelven pesados por el agua. Ya no hay a quien amar.
Otro día gris…

Encontrémonos… ven conmigo

Esta es la invitación, para seguir juntos…

https://soloescriboloquesientoypienso2.wordpress.com/

Esta será la nueva ventana que se abre para continuar escribiendo de lo que se mueve dentro de mi y necesita ser expresado en letras. Si estás dentro, se bienvenido(a) nuevamente. Siempre ha sido un placer que estemos juntos. Si es la primera vez, te invito a ser parte de lo que mi corazón piensa… si, porque eso hace y simplemente la razón, siente.

Te animas y nos vemos ahí…?

Buscar otras maneras…

A veces simplemente, hay que buscar otras maneras.

La vida regularmente nos permite sortear dificultades, y es la única manera (pareciera) de aprender la lección de forma permanente.

Hay puertas que se cierran y corazones que no abren más sus brazos para nosotros, y eso está bien, porque decir lo contrario sería evidenciar egoísmo y eso no debería estar en el argumento de quien ama.

Hay espacios que ya no existen, ya sea porque se llenó el que había, o porque no pudo cumplirse con la demanda económica que permitía ensanchar la capacidad, como puede ocurrir con una cuenta libre, como esta.

Pero aun así…

Otros caminos existen. Si hay brazos que ya no están dispuestos a abrazarnos, habrán manos que aunque sean rocen las nuestras y esa será una de muchas esperanzas, para comenzar de nuevo.

Si no hay espacio en una hoja, pues tendremos que buscar otro cuaderno, porque lo que no podemos permitir es que muestra historia no sea escrita (por supuesto, sólo para los que tenemos necesidad de eso).

PD: creo que me va a tocar hacer un segundo blog, como parte de buscar otro camino, otras manera, otra alternativa.

Los "no" están hechos,
Los "si" hay que buscarlos.

Ventanita de luz

Mantos grises abundan por todos lados, pero si nos atrevemos a mirar un poco más allá es posible encontrar ventanitas de luz.

Las decepciones son algo que tendremos que enfrentar con más frecuencia de la que quisiéramos, pero inevitablemente suceden. Nos decepcionan y nosotros también, decepcionamos (porque no podemos excluirnos de esa realidad).

Si nos quedamos en lo que otros nos hacen, seremos víctimas eternas. Si nos hacemos conscientes de que también lastimamos, pediremos perdón y también estaremos dispuestos a perdonar.

Busquemos la ventanita de luz, por mucho que este gris todo lo que aparentemente vemos.

Cielo… vida ☁️ 🌞

Como cielo diverso es nuestra vida, llena nubarrones que parecen no cesar, con ventanas azules en el fondo, donde quisiéramos quedarnos.

El viento de los acontecimientos nos mueve y a veces comienza a llover en nosotros antes que en el cielo. Todo termina mojado, alborotado y revuelto.

Entonces algo se despeja, inusitadamente llega la sensatez abrazada de la calma, y los rayos de sol se convierten en pequeños universos luminosos que nos acompañan, mientras dura la brevedad de la sonrisa.

Como el cielo, la vida no se repite, porque nadie podrá sentir algo exactamente igual, dos veces. Nuestras nubes y soles nos pertenecen, como lo único real e intangible a la vez, que tenemos.

Nada se detiene, ni el cielo arriba dando origen a formas y figuras extraordinarias, ni aquí abajo la vida, que va dejando una huella, mientras camina segura hacia el final.

Sigue valiendo la pena, ser parte de esto… aunque la lluvia predomine y sigamos con el alma mojada, y los rayos de sol a veces solo parezcan utopías.

Estados de WhatsApp’s… Ser o no ser… 😳

A veces no hay mejor forma de “pensar en voz alta” que a t aves de un -estado- o story…

Nos empeñamos en hacer y hacer; sin muchas veces saber ¿para qué o quién? ¿Porqué o hacia dónde? Simplemente hacemos, para sentir y justificar ante otros, que “estamos haciendo algo”.

¿Eso que deja? frustración, incomodidad, agotamiento… ¿porqué? Porque el reconocimiento no llega, porque no salió como esperabas, porque el cansancio llegó para quedarse.

No se puede Ser, sin que eso traiga consigo un hacer. Los frutos son evidentes. Las mandarina (o la fruta que más te guste) no viene antes de que exista el árbol o planta que la produce.

De esa misma manera no somos lo que hacemos, hacemos porque somos. Y hay un camino de incoherencia recorrido, cuando nos empeñamos en decir que somos esto o aquello y lo que hacemos dista mucho de ello.

He decidido ser, y encontrarme conmigo misma en el hacer del ser…

Y tú, como la llevas? Empeñado en hacer? O por otro lado solo obstinado en ser? Pero el equilibrio habla de que este último debe ir acompañado del primero.