En medio de esta ciudad gótica, que se ha vuelto un caos debido a las manifestaciones del paro y todo una serie de sucesos que me recuerdan lo que viví al otro lado de esta misma frontera, hay una “marea roja” que permite el traslado de las personas comunes y de los que no circulan en sus vehículos los días qué hay pico y placa.

El Trasmilenio va por todos lado y corta la ciudad en cualquier cantidad de pedazos, conectándolos entre sí. Cuando el tráfico se para por las trancas normales en una autopista por la cual no puedes ir a más de 50km p/h (what???), la marea roja avanza y permite que la ciudad no se quede inmóvil. Pero, al momento de ser afectada por cualquiera de las manifestaciones, el servicio se suspende y empieza el calvario para sus usuarios, a los cuales les toca caminar a veces 3 horas para llegar a su destino.
Al margen de los beneficios y tinte social que pueda tener este colectivo y el tema relacionado con los hechos que ocurren en este país tricolor sin Estrellas, lo que más me gusta de poder usar este medio de transporte, es la gente. Soy observadora por naturaleza, y de ahí la capacidad para crear historias escritas y la mayoría de las veces en mi mente.
Y es que luego de pasar casi un año usando sólo taxis, para evitar contagio del COVID, que ya me dió y fue realmente malo, y sumando las dosis de las vacunas puestas, que supuestamente dan inmunidad, he vuelto a la experiencia de andar en el Trasmi. He aprendido a tomar los que tienen rutas específicas, pasando por pocas estaciones, hasta llegar a mi destino. Me ha costado algunas angustias, el sentirme perdida, el no conseguir quien te de una respuesta certera, y sobre todo me ha servido para “observar”. El sentirme sola en medio de tanta gente, me ha llevado a prestar atención a los detalles, para no perder tiempo estando parada donde no es y definiendo realmente cuál vía quiero tomar. Suena fácil decirlo, pero un “pelito” más complicado hacerlo.
Los cierto es, que lo que a simple vista podría ser lo más desagradable, se convierte en una gran oportunidad para mi. Porque en medio de esa masa de gente que se mueve con diferentes destinos, hay muchas vidas contando una historia que muchas veces ni ellos mismos saben que la quieren contar.
Lo normal es que cada uno vaya protegido con el muro que se levanta al sacar su dispositivo móvil, y fijar toda su atención allí. Y este es un fenómeno que no entiendo mucho, porque las noticias reportan que cada minuto son robados unos miles de teléfonos celulares, pero en ningún caso las personas dejan de usarlo en medio del transporte público. Hay de todos tamaños, colores y precios. Cosa que me pregunto menudo es, como alguien con un aparato de ese perfil, viaja en transporte público? Eso me recuerda a los tiempos en que veía en mi país ranchos con parabólicas.

Todos van como diciendo “no me importa la que pase fuera de mi”. No me veas, no me hables, respeta mi espacio (y no por el COVID). Nuestra capacidad de evasión se ha desarrollado exponencialmente con el uso de la tecnología. Y me incluyo allí, porque déjame en una isla desierta con un móvil y wifi, y puede que no me de cuenta que faltan humanos a mi alrededor 😔. Nos llama más la atención ver la vida “perfecta” de gente que no conocemos ni veremos jamás en persona, que darnos cuenta de la necesidad del prójimo que viaja al lado. Eso ocurre a veces con los que acompañan en el transporte público (y nos parece normal que nos distanciemos porque no los conocemos), y otras con respecto a los mismos que son parte de nuestra vida y ahí, si rodamos.
Siento muchas emociones mientras voy sentadas o de pie, los 20 o 25 minutos que tarda este gusano rojo en llevarme de la 134 a la 45. Y digo gusano, no a modo despectivo, sino porque son como varios autobuses juntos, unidos por una suerte de acordeon, que permite que su viaje sobre el pavimento tenga ese movimiento que tienen los invertebrados.
Pero lo más interesante, son las historias que escucho y observo. Es el escenario perfecto para ventas comerciales, conciertos “unplugged”, y ver la necesidad en cada rostro que sube con la intención de levantarse unos pesos, para comer, para sostener a una familia, o simplemente para proveerse del vició que tiene. Todo es válido en el Trasmi. Y justo son esos personajes los que me sacuden, entonces creo que vale la pena hablar de ello.
Escribir de lo que siento y pienso, cuando una madre se sube con un chiquitito a vender “cauchitos” para el pelo, mientras el nene no encuentra de dónde agarrarse para no caerse, conmueve. Me han dicho que soy un poco tonta, con respecto a estas realidades, que muchas veces son falsas, que no crea todo lo que vea… pero al margen de la verdad o la mentira, siempre me pregunto ¿qué decisiones tomó esa persona en un momento, que la llevaron a todo esto? Y me digo con certeza…. Yo también podría estar allí.
Entre una lágrima, sonrisa y hasta admiración que algunos me provocan, iré contando lo que ocurre de ida o vuelta, entre los paréntesis rojos de mi día.
Ayer me sorprendió ver una pareja relativamente joven. Él, con cara de vicio sin atención, en quizás una crisis de abstinencia, ella como ausente en medio de tanta gente y en el coche una criatura que no tiene idea de lo que ocurre. Ellos estaban a la entrada de la estación de Alcalá, justo antes del dispositivo donde se coloca la tarjeta y el contador de personas baja, dándote acceso por que has pagado. Ellos querían pasar, entre una persona y otra, lanzar el coche y lograr burlar el dispositivo, sin tener que pasar por el lector de pago. No se si por falta de dinero solamente, o por la adrenalina que produce violar la norma. Y la policía estaba allí, al lado de los dispositivos.
¿Qué ocurre en el ser humano cuando pasa esto? Yo me quede algo como paralizada al ver al hombre casi que empujando el coche para mantener el detector bajo mientras yo pasaba, para que así ellos pudieran ingresar, aprovechando mi salida. No importa el riesgo, no es suficiente la policía.. no importa nada? Será, porque ya no hay nada que perder?
Fue todo tan rápido que no alcancé a tomar una fotografía de ellos, pero se me subió una sensación como de angustia al pecho. ¿Cómo sería esa historia que produjo ese bebé en el coche? estarán conscientes de lo que significa criar a un hijo? Pensé en los míos, en los tres… y el corazón se me arrugó.

Allí, en esa entrada, quedaban esas tres vidas. No pude alcanzar a mirar luego si lograron pasar o no, solo se que así como se veía oscura la entrada mientras yo subía a la rampa que me conectaba con la vía, de esa misma forma oscura se mostraban sus vidas. N
Que a veces no se trata de los gobiernos, que la entable mente en su mayoría que todos fueron entrenados para ser indiferentes y malos con los ciudadano (y no digo todos porque tengo esperanza de que no sea así). Se trata más bien de cada uno, de lo que hacemos o dejamos de hacer. Hay ocasiones en que las personas sienten alivio solo con ser escuchadas, y si a eso le añades u pan para su estómago puedes convertirte en un verdadero milagro.
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A veces solo toca ayudar, sin preguntar
Amar sin esperar,
Saciar el hambre sin que haya gratitud
Extender una mano, aunque para eso
Nos tengamos que agachar.
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Es mi intención compartir lo que veo; lo que hago como una gota de agua en medio de un desierto de dolor, no. Porque no se trata, de lo bueno que yo pueda hacer (que casi nunca es de verdad), sino de visibilizar para mi misma, lo que ocurre a mi alrededor, de las historias agradables o no con que me puedo topar, y sobre todo de un despertar. Despertar a ser humano, que a veces en definitiva es lo más difícil que podemos aspirar.
Ciudad Gótica, Junio 13; 2021 8:47 am