
Miro por la ventana, porque ya caminar entre la gente no puedo. El virus, el temor, los prejuicios, la incertidumbre, no sé; solo deambulo en lo angosto de mi piso y viene a mi, una incesante pregunta:
—¿Porqué nos sentimos extraños? Y mientras esa pregunta una y otra vez retumba en las paredes de mi mente, afirmaciones retóricas vienen a hacerme despertar mientras mi cabeza sigue pegada al vidrio de la ventana.
Los árboles tienen hojas en todos los lugares, aún en la estación del otoño ellos están cubiertos hasta que se les caen, pero las tuvieron. Escucho a mis pensamientos hacer ruido.
El cielo es azul, y no importa en qué parte del planeta estemos. A veces se teñirá de colores vibrantes si el sol sale o se oculta, pero aún en los peores días fríos se verá un reflejo celeste en algún momento.
Recuerdo caminar entre la gente y ver distintos rostros, diferentes rasgos, sonrisas o lágrimas, pero todos para andar, necesitan piernas y la mayoría las tienen; los mismos brazos, ojos, narices, bocas, orejas; dentro de lo que cabe todos iguales con la misma dotación. Sigue la voz ahí sin callarse.
Historias de la vida que parecen únicas en cada persona, pero con sucesos de amor y desamor generales; sufrimos o padecemos; reímos o nos alegramos por cosas similares. Mis ideas siguen hablando.
Todos buscándose la vida, el sostenimiento de los días, responsabilidades que se asumen o evaden; necesidades que son comunes en cualquier estrato. Los pensamientos van desplegándose uno atrás otro.
Fe que permite adorar, rabia que cuestiona la deidad, indiferencia a conciencia de que exista; todas girando en torno al que realmente Es. Mi grito interno
Entonces vuelve la pregunta: —¿Porqué nos se sentimos tan extraños? ¿Si tenemos todo en común?
➰Nos separan los idiomas, aunque una expresión o una mirada a veces comunica más que mil palabras que hayamos aprendido en un lenguaje u otro y podemos sentir el mensaje de una canción aún sin entender de un todo lo que dice.
➰Nos distancian las posturas, aunque cuando el telón de día baja y estamos solos con nosotros mismos, todo lo que las sostiene puede venirse abajo y al día siguiente buscamos el disfraz de ellas otra vez, y nos las ponemos.
➰Nos alejan las heridas, porque hemos olvidado nuestra gran capacidad para infligirlas también. Usamos nuestra boca para lanzar dardos que cortan en lugar de bendecir y expresar el amor que tenemos dentro; miramos solo lo que es de nuestro interés, y cerramos los,ojos ante la necesidad de alguien, entonces nuestro norte es el destino único y el resto de los puntos cardinales desaparecen. Nuestras manos se aferran a lo que queremos, pero golpeamos, empujamos y soltamos aquello que no se ajusta a nuestras expectativas; lo que podría servir para acariciar tal vez pulla como espina. Oímos nuestra propia melodía, olvidando lo disonante que está puede llegar a ser; haciéndonos sordos a lo que cualquiera que difiera con nosotros pueda decir; somos sonido, acorde, melodía, instrumento, batuta y director; todo a la vez y por supuesto el aplauso nos lo auto regalamos.
Nos hacemos extraños cada vez que pensamos que el otro solo quiere atacarnos, descalificarnos o quitarnos algo que consideramos que es absolutamente nuestro. La idea de compartir, ayudar y mostrar amor desinteresado entonces es imposible.
Han pasado las horas, y sigo aquí pegada a la ventana, viendo como el mundo se para, mientras el tiempo corre y mis pensamientos no cesan. Una pregunta se desliza una vez más por el rincón de mis dudas…
¿Porqué nos somos extraños?