Esos que no vemos… nostalgia 😞❤️

Hay nostalgias tan profundas, que hacen un hoyo en el corazón, que no puede llenarse ni con toda la tierra de quien pretende darnos una palmadita y decir: —¡No pasa nada!

Ya sea por el “corona”, por distancias que ya estaban desde antes; porque hay vidas que no pueden mantenerse juntas por cuestión de encuentros tardíos, desinterés o vida que cada quien tiene…. y por muchas otras razones diversas. Hay gente que nos duele, a las cuales extrañamos con todo lo que somos.

Ese es un tipo de dolor, que quien no lo siente, no lo entiende.

No dejemos que nadie nos quite el derecho de extrañar, de echar de menos, de añorar volver a ver. Ese insisto, es un derecho que ya el amor nos brindó desde el inicio, y nadie nos lo debe limitar o prohibir.

Un corazón que ama, es un corazón que extraña; y para ese mismo corazón, a veces, ni la tecnología con todos sus avances, basta.

Lo que está mal… está mal. Punto! 😤

Cuando somos desatendidos, maltratados, abusados, despreciados o alguno de estos verbos que signifiquen daño para nosotros; quedarnos sin decir al menos : —¡Ayyyy! (me duele, me estás lastimando, no estoy de acuerdo, basta, para) nos convierte en cómplices tácitos de nuestra propia miseria.

Nadie tiene el derecho de lastimarnos, NADIE. Ese derecho no es negociable.

No permitas que nadie te deje sin luz. Si se trata de un gobierno es válido expresar el descontento, si se trata de una persona, también. Quedarnos callados no hace que el mal desaparezca, lo más probable es que haga que sus raíces se tornen más profundas.

El silencio cómplice, puede ser nuestro vil verdugo más adelante.

#EstadoDeWhatsApp

De las cosas cotidianas 20… Cuando la tragedia es lo del día a día 🙁 ⚰️🏴‍☠️

Mismo Cielo que amanece en este país del trópico… vidas distintas, mismo infortunio.

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Un día cualquiera en la vida de una hermosa mujer. Fiestas decembrinas aún llenan sus días; la felicidad a pesar de la incertidumbre que se vive fronteras adentro, parece que aún se puede tocar.

Padre, madre, hija en un solo destino. Ir por una carretera para llegar a un hogar y encontrarse con familiares o para volver luego de una celebración… es lo normal. En cualquier parte del mundo, es así.

Se presenta el imprevisto (imprevisto para quien no espera una trampa), los piratas hacen lo suyo; la llanta se pincha, hay que detener la marcha. Bajarse a cambiar lo dañado y solicitar un servicio de grúas. Un auxilio esperado, también en cualquier parte del mundo.

La realidad que ocurre: los piratas aparecen, fuego cruzado, asesinato a mansalva, sin dar chance a más nada. ya no habrá más pasarela, ni vida en los medios; no verá crecer a su hija, ni le contará de los días bonitos que alguna vez vivió dentro de estas fronteras. Vida truncada en tan sólo segundos, engrosando la estadística del desespero tricolor que acompaña.

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Un día de trabajo, en el qué hay que trasladarse a la capital a resolver asuntos propios del ámbito laboral. Los permisos, las legalizaciones, lo importante se resuelve en el centro, ya no en los estados de provincia. Tres profesionales en su vehículo ciculan por la carretera.

No llevan ni siquiera hora y media de haber salido de casa. Un «nos vemos en la noche» quizás, un abrazo o saludo rapidito, para no perder tiempo y salir a hacer, simplemente lo previsto.

Pasan la primera población, el ambiente es agradable, el día esta soleado, las promesas aún son posibles, el querer hacer algo a favor del país es una utopía que no se detiene. Observar un puesto de la guardia en la vía, aún es un alivio.

Los piratas vuelven a salir, esta vez trajeados con uniformes militares, de quienes deberían salvaguardar la circulación de los ciudadanos por las vías de una nación que se precie de serlo. En cualquier rincón del mundo, sería el deber ser.

La parada obligada se presenta, se solicitan documentos pero no para resguardar, sino más bien para intimidar. La intención se descubre, el cañón del arma amenaza y aunque no hay enfrentamiento por parte de los que acaban de convertirse en víctimas, igual una detonación acaba una vida. Una profesional menos que no llegará a casa, ni hará ya nada en favor de un país que ha sido conquistado por la maldad.

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Un día feliz que comienza en la vida de una familia cualquiera. El chico al fin logró su primera meta importante, ser bachiller de la República. Los planes nacen en la mente del muchacho y la de sus padres. Se empiezan a perfilar metas estudiantiles mucho más altas, quizás fuera de este territorio en el que ya muchos profesores han abandonado el oficio.

Empieza el viaje hacia el centro del país, hay muchas diligencias que hacer y algunos caprichos que complacer. Se lo merece, fue el mejor alumno de su promo, cumplió con todos los requisitos. Un hijo obediente, un alumno responsable; la satisfacción se observa en el rostro de todos.

El día bello, con la luz de este sol tropical que lo inunda todo. Se hace la parada obligada, con jóvenes dentro del auto, ir al baño es inevitable. Es un buen momento para atender esas necesidades y además poner suficiente gasolina como para no volver a pararse hasta llegar al destino esperado.

Los piratas aparecen nuevamente, ya han encontrado un blanco perfecto, tan indefensos como cualquier otros que transitan por nuestras carreteras creyendo que lo que se cuenta acerca de la inseguridad, solo son «cuentos de camino».

Los chicos vuelven al vehículo y antes de empezar a rodar nuevamente, la intersección se realiza con amenaza incorporada. Logran evadir esa acción y rápidamente se incorporan a la vía, pensando que podrán escapar de un mal momento.

El mal se crece… y en una persecución injusta, son adelantados por un vehículo del que salen disparos. Su razonamiento es «voy a quitarte lo que tienes, aunque lo único de valor que poseas, sea tu vida». El carro del mal, se pierde a alta velocidad y mientras el vehículo familiar presenta varias perforaciones en su estructura, hay una vida que ha sido cegada.

El joven graduando ya no estudiará más. Sus días terminaron, junto al dolor indescriptible de sus padres, quienes no entienden nada de lo ocurrido, en medio de una soledad en una carretera, sin que exista a quien recurrir.

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Un día más en el país tricolor. La fiesta del béisbol engalana todos los estadios y los fanáticos complacidos llenan cada vez que sus equipos se presentan a dar el espectáculo.

No solo los locales juegan. Aquellos que han llegado a las «Grandes Ligas» y que pasan muchos meses en el norte y hasta en el continente asiático, deciden volver al terruño. <No hay como jugar en casa> piensan mientras sonríen al sentir que están disfrutando del calor de su tierra y el de sus familiares.

Los juegos son transmitidos por televisión y no hay lugar donde no se hable de ello. En las casas las pantallas reflejan las jugadas y gritos pidiendo «home round » se oye al pasar por cualquier establecimiento en las calles.

Todo es Alegría, aún en medio de la crisis y la mala situación. Por momentos, mientras se está corriendo sobre el diamante deportivo, pareciera que fuera otra la situación. Se unen como fanáticos los que están en un bando político y en otro; se respira un aire de hermandad, escaso para estos tiempos.

El juego del día termina, las ovaciones llegan. El equipo se despide en gloria y salen tres de sus principales fichas. Se manejan rumores que en los,últimos tiempos han sido objeto de atracos los autobuses que llevan las selecciones deportivas ( aunque en realidad cualquier autobús que circule, es objeto de robo para los maleantes).

Deciden recorrer la carretera, fuera del autobús del equipo, un vehículo particular llamará menos la atención. Todo sea para terminar este fin de año en compañía de los suyos, con el calor característico del amor que se profesa en este lado del mundo.

Todavía la adrenalina del juego se siente en las venas. Se recuerdan entre ellos, las jugadas magistrales y hasta los errores. Agradecen al Creador por otra victoria y en seguida comienza a tener los nuevos sueños para el juego siguiente. En tan solo unas horas, estarán mucho más cerca del final del campeonato.

Hay cansancio y sueño, pero la satisfacción de lo logrado, no permite que ninguno de los tres que transitan en ese vehículo estén dispuestos a pestañear. De pronto se oyen ruidos. Esta vez no son balas, pero los piratas son los mismos.

La maldad ya se ha abastecido de piedras y suficientes obstáculos, con los cuales interferir en el tránsito de cualquier vehículo que transite por la zona. La saña es tal, y los impactos tan duros y contundentes, que el vehículo sufre fuertes golpes, los cuales terminan siendo fatales para dos de los ocupantes. Los piratas cobran vida nuevamente.

La muerte llega, el robo se realiza. No importa la vida.

Dos luminarias que ya no volverán a alumbrar sobre el montículo. Diamantes de este país y del mundo, que ya no serán recorridos por sus carreras, ni pelotas que serán bateadas hasta las gradas por sus potentes brazos. Familias que se quedan destrozadas.

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La muerte no llega antes, ni después… simplemente llega. Sin embargo, aquellos que a través de su violencia, maldad inigualable e indolencia total, ciegan la vida de quien quieren, solo con el objeto de hacerse con cosas que ellos codician, son solo dignos de nuestro absoluto repudio.

Todo estos acontecimientos son simplemente inexplicables; y más aún, que no se haga nada al respecto.

Atrapar a un criminal luego de perpetrar su fechoría, no devuelve al muerto, no consuela al familiar herido, al niño huérfano, a la esposa que ahora tendrá que enfrentar la vida sola, a los padres que quedaron sin la luz que les alegraba sus días.

Vivimos, LAMENTABLEMENTE, en un país que cada vez se nos desdibuja más. VENEZUELA, la mía, la del Sur, en manos de cobardes y delincuentes; y recibiendo simplemente la espalda de una justicia inexistente y un Estado a quien no le importa el bienestar de sus ciudadanos.

Cuando lo cotidiano es la tragedia, el dolor nos visita sin aviso, los sueños son arrebatados y las ganas de correr es lo que se va colando en el alma de los que aquí, aún habitamos…

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Ruego, porque el consuelo alguna vez nos llegue. Y que al final como país despertemos. Si esto no cambia, a todos nos tocarán experiencias cómo estás o peores, sin duda que si.

Cultura del Photoshop II… en video 😉

Entre las cosas que me «voltearon» hoy, esta esta del disimular lo que somos, o querer entrar todos por el tubo de lo que no. Se me saltaron estos versos, más a modo de pensamiento que otra cosa…

Que clamamos porque todo sea bien bonito

Que La Paz se establezca a cada paso

Que los niños reciban sus regalitos

Que no existan más los golpes y maltratos.

Nos encanta llenar de maquillaje

Todo aquello que consideremos “feo”

Olvidando que eso mismo es un ultraje

pretender estandarizar hasta los cuerpos.

Tapamos barrios sucios con paredes

Para que al pasar no los veamos

Esto muestra que llegamos a ser crueles

Tanto como maquillar a lo golpeado.

Queremos juventud libre mirando redes

Que enseñan las versiones exquisitas

Y como productos varios de anaqueles

Aparecen delgadas y altas señoritas.

Si vomita también podrá disimularse

Nada que una mascara no le tape,

Su dolor a nadie llega a importarle

Lo que cuenta es cuantos likes lleguen a darle.

La cultura del Photoshop Lo abarca todo

Lo que sientes, lo que piensas es censura

Como camaleón hazlo de otro modo

Aunque tú corazón se llene de amargura

¿A quien le importa lo que está allí adentro?

¿Cuánto será el valor sin poses y sin filtros?

¿Y quien podrá llenar el vacío, el gran hueco

De buscar aprobación entre saltos y brincos?

Lo que somos se ha quedado en olvido

Importa más mostrar la cara que es rentable

Perdidos nos sentimos en medio del camino

Y con nosotros mismos ya no somos ni amables.

La máscara se cae, el maquillaje pasa

Y al final ya desnudos nos vamos de esta vida

Entonces sabremos quien vendrá y nos abraza

En una tumba fría, en esa despedida.

Ahí no hay tapaderas, no se pierde ya nada

Las lágrimas que caen no saben de medidas

No importas si eras gorda o quizás muy delgada

Te irás sin que te dieran la aprobación debida,

Que no sirve de nada la versión o la máscara,

Como fajas que aprietan la vida que respira

Que torturan, que afectan consumiendo hasta el alma

Aquello que era esencia, esperanza, Alegría.

Si te apetece verlo en video y con mi voz, puedes ir al canal de YouTube, en el siguiente link. Espero lo disfrutes.

https://youtu.be/xauVw-Q9hx0

La cultura del Photoshop… las versiones, los engaños 🎭

Vivimos en medio de lo que yo llamo la «Cultura del Photoshop», todo se puede arreglar, mejorar, transformar, cambiar para que te vean mejor, tal como decía de sus ojos el lobo de Caperucita.

Eso nos construye internamente un doble discurso, que nos crea confusión, malestar y depresión a veces hasta sin darnos cuenta. Somos promotores de la verdad, enarbolamos la bandera de ser auténticos y de repente el demonio de las «versiones» se cuela y pasa sin que nos demos cuenta. Asumimos el querer ser otros.

Cada día salimos a la calle con maquillaje… y no me refiero a ese que ilumina el rostro con un poco de polvo, o mejor dicho quita el brillo; de ese que las pestañas parecen más alargadas o del que hace que los labios no se resequen a causa del mucho frío o del sol incesante…. no, hablo del «maquillaje del alma, de lo interno» ese que va acompañado de una máscara, que si bien no se adapta a lo que somos, se convierte en nuestra camisa de fuerza particular. Y así pretendemos andar por la vida, incómodos, pero aparentemente contentos.

Tomamos la vida como un gran escenario, y no precisamente porque tengamos ganas de presentar al mundo lo que somos, sino precisamente por lo contrario. Nos escondemos tras poses y argumentos baratos construidos por otros, para simplemente ganar su aplauso o aprobación. Y el teatro de nuestra vida termina vacío , como nuestra vida.

Tristemente nos damos cuenta que, la aprobación de esos que realmente no saben quienes somos, y que a veces resulta tan crucial para nuestra vida, dura lo mismo que la fama o el reconocimiento, es decir, nada. Pretender el aplauso de todos, los likes de millones, solo opiniones favorables (aún en nuestro círculo más íntimo) se ha convertido en la carrera principal de nuestros días. Entonces somos hijos de la cultura del Photoshop. Tapamos nuestras imperfecciones, con las mentiras que otros quieren.

Lo que inicialmente comenzó por un «retoque» a las fotos que algunos suben a las redes, terminó permeando el resto de las capas de la vida. No solo tienes que verte bien para un flash, sino ante los que te rodean. Y no es que verse bien, este mal, sino que es la obsesión actual. Y lo peor, es que al empeñarnos en eso, nos separamos cada vez más de lo que como humanos, somos.

Hemos decidido correr tras estereotipos, y eso abarca medidas, color de piel, marcas de ropas, vehículos, casas y todo lo que pueda ir «dentro de la foto» que mostramos a aquellos que queremos nos aplaudan.

Y todo eso ¿para qué? ¿Cuál es el beneficio que hemos obtenido? ¡Pues ninguno! Las estadísticas de niñas vomitando para estar en su peso ideal, sigue aumentando. La represión y el no poder contar lo que piensas u ocurre en determinado momento, por temor al «que dirán» o al «no me van a aceptar » termina en explosiones a veces violentas que cobra vidas humanas y no alcanzamos a entender qué pasó.

En fin, esta «Cultura del Photoshop» nos ha dejado caminando solos. Cuando el telón baja (¡porque baja! No se queda para siempre arriba) en ese momento quizás no encontramos a nadie, porque los que son de verdad, los que conocen nuestros defectos y aún así, nos aman, les hemos abandonado u obviados por ir tras los que nos «aprueban» entonces quien nos abraza es la nada, y en medio de esa sensación, simplemente nos levantamos para buscar o pulir la nueva máscara que nos colocaremos, para obtener al fin «la versión » que está vez si gustará para siempre. ¡Simplemente otra estúpida utopía!

¡Es tiempo de despertar! No somos un antifaz, no estamos en una fiesta de disfraces, no alcanzaremos plenitud queriendo vivir una vida que no es la nuestra, o al menos eso querer parecer ante los demás. ¡Tus medidas son las tuyas! ¡Tus tristezas y dolores te pertenecen! ¡Tus alegrías no tiene porque ser hipotecadas por nadie!

Está permitido decir: —Ahora no, realmente me siento mal. Luego hablamos

No somos a prueba de balas. La máscara o la actuación, no cambian la situación. Al final del día, tu vida va a seguir siendo tu vida, y es hora de que le des la forma que más te agrade, para no estar fingiendo otras 24 horas más. Tomate los días sin filtros, sin retoques y siéntete libre de sonreír ante tus errores. Lo,que piensas no tiene porque agradar a todo el mundo.

Los que se irán (y a veces serán los que comparten tu mismo techo), seguirán buscando quien les ofrezca las fotos de sus mejores mentiras, pero … tú, aprende a fotografiar todos tus momentos y cuando los exhibas en tu propia galería, sé feliz con tu propio espectáculo.

Renuncia de una vez a las versiones, los retoques, los engaños y se simplemente Tú.

—¿Yo? Yo también renuncio… 🙋🏽‍♀️