
Que se ha tomado en serio eso de despedirse y dejar huella.

Como para que no se me ocurra obviarlo con el olvido.

Su mirada encendida, sus ganas de quemarme, de incendiar lo que he puesto tras la puerta del sueño.

Insiste en desafiarme, en inundar mis sentidos, para luego llorar cuando no le vea ¿Acaso turn algún sentido?

¿Para que incendiar el cielo, para luego no tener deseos de sofocarlo? Las preguntas van y vienen mientras le observo. Por supuesto las respuestas, desaparecen.

A veces hay señales, que duran poco, pero señales. Que nos indican el camino a seguir o simplemente la salida a nuestros males. Y el cielo se dibuja como si al pintor le hubiese dado un ataqué de locura.
Octubre colorido, atrapa la mirada que se resiste, desbordante de pasión en sí mismo, con la urgencia de que sabe que está ido.
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Corremos el riesgo de la vida. Y hay quien nos encandila por completo, sus colores abrazan nuestra esencia hasta hacerla suya, quedamos absortos, prendados sujetos, a algo que quizás no existe nunca.
Quien lo hace se empeña en marcarnos, quizás con intención o sin ella; tatuando en nuestras almas de la suya, para luego al final hacer maletas, que lleven lejos, que separen, que nos dejen solo cargados de ausencia.
Y alguna vez somos un Octubre colorido, creyéndose libre, fuerte y sin compromiso de presencia, dejando también vidas inundadas de nosotros, para luego simplemente , por un motivo o por otro, dejarlas secas.
Ese es el riesgo que se corre en la vida, entregarse y no recibir, recibir y no entregar; hasta que se mueve la ruleta y una doble vía se abre ante nosotros, sin que existan imposiciones ni recetas, donde fluye una entrega día a día, lejos de una conveniencia pasajera.
Veamos si tenemos lo colores, si andamos por ahí levantando las miradas, y luego preguntémonos ¿para que sirve? Que se gana con hacer en todo el viaje tantas paradas , que no llevan a ningún lado, que quizás solo retrasan nuestras pisadas.
Este mes se despide con lecciones, colorido y tal vez con frías palabras, que en principio pudieron sorprenderme, pero que ahora solo me mantienen sobre el piso, ubicada.
Si nos gusta recibir a manos llenas, si queremos que la indiferencia no nos invada, hay que estar atento a lo que expresamos, la vida a veces se trata de reciprocidad sin máscara; y si no entendemos eso, nos quedaremos con el alma llena de nada.
Octubre 25, 6:40 am