
Que tengamos todas las preguntas, no quiere decir que seguramente cada una de ellas, tenga una respuesta.
A veces nos encontramos ante abismos infranqueables, calles sin salidas, emociones sin retorno; y de alguna manera preguntamos porqué o en el mejor de los casos, para qué; pretendiendo con esta pregunta darle un corte más filosófico y profundo. Pero lo cierto es que al preguntar la afirmación que va implícita es: esto que me ocurre o lo que no llega, “no me lo merezco” 🤨y es entonces cuando viene una pregunta tras otra.
Y hay un silencio grande…
¿Porqué? por que no hay un compromiso escrito en el cielo de que por cada pregunta tiene que haber una respuesta o más aún, una salida.
En medio de las turbulencias humanas, que parecen ahora más frecuentes que antes; quizás por la existencia de las redes sociales, que parecen omniscientes y divulgan todo lo que ocurre (todo el tiempo), nuestra vida se sumerge continuamente en un caos, y las olas que baten nuestra alma son esas “preguntas “.
Lo cumbre es que las hacemos al aire, y la mayoría de las veces no a nosotros mismos. No nos preguntemos ¿qué sentimos? O ¿qué origina en nosotros cierta reacción? Y la más grande de todas las preguntas ¿cómo es que llegue a dónde estoy? No, generalmente nos centramos en una interrogación cómo está: “¿porque me ocurre esto a mi?” Entre paréntesis, “yo que soy tan Bueno(a)”
Echemos un ojo a nuestra vida hoy, ahora… no ayer, ni mañana que aún no llega. Lo que eres, lo que tienes, lo que sientes… ¿es producto realmente de tus propias acciones, creencias y decisiones?
¿Estás consciente?
¡Muchas preguntas! Si, pero son las que deben retumbar en nuestro interior, antes de inundar todo el exterior con la frustración que nos da, no tener las respuestas.
➰Que haya respuesta, no nos dejará satisfechos; que exista una salida no implica que no volvamos al error; que encontremos el camino no significa que ya nunca estaremos perdidos➰