
—¿Alguna vez te ha pasado que el camión de la basura no pasa por tu vecindario?
—¿Cierto que cuando eso ocurre, nos crea un ambiente desagradable? Se carga el ambiente de todo tipo de olores y las moscas junto a otros insectos hacen de nuestro entorno un lugar peligroso. Eso se ha convertido en una de las cosas cotidianas de mi país.
Ya sabes, entre todo lo que pasamos… a veces la guinda del pastel es otro servicio público que colapsa. Pero, no es precisamente del rosario de dificultades que estamos pasando a lo que quiero referirme en esta oportunidad.
Y es que, escuchando desde mi piso, arriba, el sonido del camión de la basura, me quedé pensando en la necesidad que tenemos por supervivencia cotidiana, de sacar también, nuestra basura.
Queramos o no, lo aceptemos o rechacemos de plano… todos tenemos algún trasto viejo por ahí incomodándonos la vida. ¡Si no suma… pues resta! Si no te produce una buena sensación o te deja un buen sabor, generalmente deja lo contrario. Basura.
Insisto, en el plano físico de lo que vemos y experimentamos como normal con nuestros sentidos, eso guarda alguna relación con lo que ocurre dentro… allá, donde están guardados nuestros más profundos sentimientos o emociones. Es decir veamos la señal visible y dejemos que nos lleve hasta aquello que no se ve.
Nosotros también necesitamos «sacar nuestra basura» y lo más cumbre es que el camión no vendrá de ningún lado, sino que nosotros mismos tenemos que estar dispuestos a echar fuera, lo que nos contamina.
—¿Acaso fuimos diseñados para ser el vertedero de los desperdicios de otros o quedarnos con los propios por siempre? ¿Para qué dejarlos allí, para crear abono con eso? ¡Por supuesto que no! Nuestra vida es muy valiosa para que cualquiera ose convertirla en el lugar predilecto, donde tirar sus toxinas.
—¿Hay gente que te amarga, que te envenena? ¿Que está en tus redes y lejos de hacer algún comentario positivo o de reflexión si fuera el caso, solo contabiliza tus errores y absorbe hasta destruir cualquier nuevo emprendimiento? ¿Conoces a alguien, cuyos comentario u opiniones te crean desasosiego?
¡Pues déjame decirte, que tienes el cesto de la basura emocional…. lleno! Lo bueno, es que no es imposible de vaciar, creo que todos hemos estado así alguna vez, y quizás más prolongadamente de lo que quisiéramos.
Entonces, de la cotidianidad de hoy me queda que: debemos sacar la basura emocional, eso que nos hace sentirnos más abajo del suelo, que no deja lugar para las risas que trae el equivocarnos, ni se parece en nada a los abrazos que recibimos de quienes realmente nos aman.
Así que, la próxima vez que uno de esos personajes cargados de alto poder de toxicidad invadan tu espacio, decide correr o echarlos. De la mejor manera, puedes usar hasta la cortesía, pero no te quedes ahí a ser recipiente de la basura de nadie. Y si eres tú mismo quien porta lo tóxico, sacude lo que hay adentro… suéltalo y libérate, que la basura además de oler mal y agriarnos el día nosotros mismos, pesa. 😖
Recicla tus pensamientos, hasta lograr mejorar tu situación. Date un mensaje claro, no haciéndote cómplice de tus auto lamentos, ni creyéndote utópicamente a prueba de balas. Construye un diálogo contigo mismo, lo más sobrio posible y evita por sobre todas las cosas engañarte a ti mismo, porque eso puede resultar la basura más tóxica que podamos producir.
No esperes que otro sea quien te libre de la basura, decide tú mismo echar fuera sus toxinas. Tú sabrás de quien debes correr, a quien sacarás de tus contactos o quien está mejor a distancia. No te resignes a tener la vida en modo «basurero», la que tienes es la única, saca de ella lo que no te haga bien.