La tarde de ayer, fue algo accidentada; así como han sido las últimas semanas en mi Municipio (como parte de una Venezuela en llamas).
Las calles sin acceso, son el común denominador de cada día, ahora. Si salimos de nuestros hogares, es probable que no podamos volver, al menos no andando en carro.
Ayer estuve inviertiendo mi tiempo en alguien que me importa, alguien que dentro de apenas unos días, dejará las paredes de nuestro país, para irse a un nuevo territorio, lejano, pero en el que podrá desarrollar una vida mejor para su familia. Pensando en aprovechar el tiempo que me queda, para demostrar mi amor (porque se eso se trata amar… de expresar) salí de mi zona, a riesgo de tener inconvenientes para regresar, como así fue.
Las vías de acceso estaban cerradas…
Cualquier cosa que se atraviese para impedir que se pueda circular, es buena; cumple el propósito. La lucha no cesa, la protesta no termina. Solo me quedé pensando… ¿cuál es la lección en todo esto?
Entre tantas cosas que pienso, voy quedándome con estas:
- La distancia no se limita solo a kilómetros, sino a ausencia de sentimientos.
Y eso lo se, porque hay gente tan físicamente cerca, ante la cual, la falta de sentimiento ha abierto un abismo; y por otro lado existe un sentimiento, el cual hacer estar tan cerca que casi es inexplicable.
- Los accesos cerrados, son como caminos que no existen, porque igual no sirven para llegar a ningún lado.
A veces somos cerrados, cuando no dejamos que las opiniones de otros también cuenten.
- La protesta no termina. Querer desestimar la fuerza y braveza de un cauce de agua, no la hace menos fuerte.
Cuando el río se desborda, solo el mismo río vuelve a su cauce en su tiempo, la represión no basta para pretender llevarlo a las paredes que lo encierran (ya sean naturales o hechas por el hombre)
Seguí en la vía, y tuve que tomar «los caminos verdes» los que usualmente no son transitados por lo alejado y el mal estado de su trayecto; sin embargo esa era la única opción válida para llegar y la tomé.
Pase más de una hora en la cola para al final avanzar lentamente por un camino de tierra, más transitable para un rústico, que por las cuatro ruedas donde yo iba… le pedí perdón a mi carrito y seguí.
Y la temperatura era realmente consumidora…
Pero a pesar de ello, no lamente el haber invertido el tiempo que pase siendo presente en la vida de alguien.
Mientras estaba ahí, en medi del calor, la observación de conductores que se negaban a entender que debía estar tranquilos en la cola, en lugar de hacer tres canales, donde solo cabía uno… mirando el sol hermoso, a pesar de que sentía que me derretía y contemplando además el Cielo, que se desplegaba limpiamente dejándolo brillar, fui entendiendo además algunas otras lecciones:
- No siempre podemos andar por donde estamos acostumbrados.
Muchas veces nuestras rutinas y comodidad serán sacudidas, y de nosotros depende asumir el desafío de una nueva ruta o quedarnos detenidos en un extremo del camino.
- Por pretender que se puede algo, no necesariamente sucede.
Si la lógica y seguridad dicen que solo hay espacio para un solo carro en la vía… es uno solo el que debe pasar; a menos que te quieras accidentar y empeores así la situación.
- Olvidamos pronto lo aprendido y por eso la adversidad regresa, vez tras vez.
Cuando volvemos al camino normal y cómodo, somos tendentes a no querer recordar que pasamos dificultades y que si no queremos que sea así, debemos tener cuidado de no repetir la historia.
Logré salir a las calle del centro de mi ciudad y al hacerlo y ver que estaba tan cerca de la playa, decidí regalarme unos minutos de su belleza y tranquilidad. Desde hace muchos días, más de los que quisiera, no había podido acercarme, tuve que resignarme a solo ver desde mi ventana…
Y el estar allí, me dejo además dos lecciones adicionales en que pensar:
- Todo depende desde que perspectiva veamos las cosas.
Ese mismo sol que casi me hace desmayar, también me dejo pasmada al ver la belleza de su reflejo en el agua.
- Aprovechar lo que nos parece ordinario es usar inteligentemente nuestro ahora.
A veces creemos que lo que tenemos a mano o cerca, siempre va a estar allí o dicho de otro modo, pensamos que siempre podemos ir, y la verdad es que no. A pesar de mi cercanía a la playa, por muchos largos días no había podido acercarme como quería, por razones externas y personales… así que no hay tiempo para desperdiciar en no hacer, lo que si queremos con todo nuestro ser. Aplica a los que sentimos… muchísimo!
Y luego la tarde se despidió entre colores hermosos, que me hicieron sentir que el día definitivamente era un regalo.
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La belleza no se acaba, porque no la veamos, simplemente nos las perdemos cuando no la disfrutamos.
Por eso aprovecho cada oportunidad que tengo para disfrutar de la belleza alrededor, y sobre todo la que se esconde de la simple vista. Por eso tampoco desperdicio la oportunidad que se presente para decirte lo que siento, y tú lo sabes.
Mientras, agradezco Cielo, estas lecciones de Mayo, el mismo que entre tantos acontecimientos, me ha dejado pensando…