Hay personas más «fuertes» que otras, porque cada una tiene una forma de percibir y sentir con mayor o menor intensidad, y eso a veces puede jugar a favor o en contra.
Hace un par de meses pensando precisamente en cuanto podría dolerme algo, en función de lo que puedo sentir, fui tejiendo una pequeña historia, con la intención de establecer (sobre todo para mí misma) algunas cosas que debemos tener en cuenta, cuando se trata de dolor, heridas y sentimiento (cosas que inevitablemente, muchas veces van juntas).
La historia se trataba de alguien, una chica, frágil, quizás llena de sentimiento, con el amor adornándole la sonrisa. Un inicio de semana, un día Lunes de esos cualquiera, ella a través de una carta, recibía una noticia fulminante para su vida (emocional, sentimental… que dicho sea de paso era el componente más importante de su vida). Lo que escribí en mi mente y en una que otra nota por ahí, fue más o menos así (para hacer el cuento más corto):
Su mano temblorosa arrugaba el papel que contenía las palabras más incomprensibles de su vida… las de un adiós, por parte de alguien a quien ella amaba con todas las fibras de su ser (si es que el ser puede materializarse de alguna manera, pero eso lo veo hoy un no cuando escribí esa versión en mi cabeza).
Describía su estado de estrés, angustia y alteración a tal punto que yo misma podía casi sentir que la respiración se me entrecortaba, que el desasosiego subía también por todos mis sentidos y aún el dolor se colaba por los rincones del alma mía que querían mantenerse indiferentes (Yo tenía idea clara, de lo que ella estaba sintiendo).
Simplemente el se había ido. Luego de tanto tiempo juntos, de contactos diarios, de fusión de las almas y hasta del cuerpo, él entre palabras que ella no digería para nada, dejaba una página escrita por ambos lados, pero que al fin lo único que decía en medio de un argumento un tanto confuso, era que: sus errores del pasado pasaban la factura en ese momento, que debía alejarse y que no estaba en condiciones para continuar. Así, sin más… eso le estalló en la cara o mejor dicho, en el alma.
El mundo de ella simplemente se desplomó. No tenía planes en los que no le incluyera, no había sonrisa con la que no lo asociara, no había una palabra, una letra que no fuese en función de el; y ahora simplemente decía que se iba; lo que sin lugar a dudas era un gran indicativo de que no sentía amor por ella. Al menos no como lo que ella sentía en su ser por él.

El abandono de él , detonó en ella sus más profundos temores, la angustia le llevó al climax de la desesperación preguntándose una y otra vez ¿porque? Sin obtener, por supuesto una respuesta válida. ¿Había alguien más? ¡Quizás si, o no! solo sabía que había transcurrido tan solo unos minutos de aquel Lunes, en los que se disponía a salir de casa, camino a su rutina diaria, y todo había perdido el sentido. Ya ni sabía a donde iba, porque todo le resultaba «a ningún lado».
Fue tal la consternación que sintió que no pudo avanzar mucho, aunque pensándolo bien, en tal estado de ansiedad era preferible no dar ningún paso, sino más bien llamar a alguien que pudiera ayudar, pero ¿a quién? Si cuando se trataba de poder necesitar a alguien o recibir su apoyo o simplemente querer tener cerca a quien pudiera infundirle aliento en la tristeza o equilibrio en el excrso de alguna emoción de alegría, era él, el único nombre de su lista mental; pero irónicamente él se había convertido en la causa de su más profundo dolor.
No sabía lidiar con semejante sentimiento de pérdida. En ocasiones anteriores le había dolido y hasta había rabiado por la ruptura con algún personaje de su vida al que de una manera u otra había querido, pero esta vez era diferente. Con él, ella había sentido todo, había entregado todo y simplemente ahora se quedaba sin nada… con el alma vacía por el espacio de un amor que ya no estaba disponible para ella, y cuyo hueco interminable era ocupado en cuestión de segundos por el dolor más inmenso que había podido llegar a experimentar alguna vez, deambuló un rato por la calle. Todo era gris.

No coordinaba sus pensamientos, no podía caminar bien, sus piernas temblaban al igual que el resto de su cuerpo y la sensación de dolor emocional y hasta física, ocupaban todo lo que ella entendía como cuerpo, alma y si hay otra cosa que fuera parte de su ser, también estaba afectada. En pocas palabras estaba desbastada.
Después de una media hora caminando, no alcanzó a dar muchos pasos más, hasta que se desplomó, y allí en un pequeño jardín de uno de los edificios en la transitada calle por donde había decidido continuar, como buscando alivio para su mal o huir de su realidad, se dejó caer, hundiéndose en su dolor. Sintió que todo a su alrededor comenzó a girar hasta detenerse lentamente sobre ella en una densa oscuridad , ya no había luz, todo se había nublado. Los transeúntes presurosos típicos de los Lunes, eran indiferentes y no prestaron mayor atención a lo que consideraban una resaca mal manejada o el efecto de algún alucinógeno consumido en exceso. Solo una anciana en su lento andar lento al salir de un edificio y contemplarla allí sentada y encogida, se le acercó y reaccionó solicitando ayuda, pero ya era muy tarde para cualquier cosa, ella sin más se había ido. Su corazón había dejado de latir.

El dolor la superó, eso desencadenó una reacción que su cuerpo no tolero y simplemente se marchó. Se fue a otro lugar o dimensión a buscar consuelo para su desamor. En su mano izquierda aún con fuerza y por el rictus mortis natural de cuando un cuerpo es abandonado por el aliento de vida, reposaba la hoja de papel arrugada y algo humedecida por su lágrimas.
El autor de aquel mensaje de despedida, regresó a las 24 horas queriendo hablarle para reconocer que era un simple cobarde, que no se había atrevido a luchar por ella, sin saber que ya su tiempo había expirado (el de él para explicar cualquier cosa y el de ella para recibir cualquier explicación de su parte).
Lloraba desconsolado mientras veía el féretro bajar a las profundidades de la tierra, entendiendo de la peor manera, las consecuencias que pueden traer la falta de decisión y el juego con los sentimientos para la vida de algunas personas.
De esto que escribí, pude identificarme totalmente con el dolor sentido por ella, porque sé que mientras más se siente, indiscutiblemente va a doler más.
Cuando amamos y alguien llegamos a sentir que nos desprecian, el dolor puede ser inimaginable, además de inmanejable, al punto de que nuestro propio cuerpo se declare en emergencia. Aunque debemos claros que no podemos «depender» de lo que otra persona sienta o no por nosotros, no es menos cierto que no podemos desestimar lo que algunas personas pueden afectar para bien o mal nuestras vidas. Como lección de toda esta escena que tejió mi cabeza, puedo dejar registro de lo siguiente:
🔺Si no se está dispuesto amar, no se debe involucrar. Manténgase alejado.
🔺Si la despedida es necesaria, que sea clara y de la forma más corta posible. El dolor con claridad es más llevadero.
🔺Si no se puede continuar, nada mejor que expresar argumentos claros, aún cuando no sean los que queremos escuchar.
🔺No desestimemos lo que puede hacer un desengaño en la vida de alguien, porque hay quienes no se recuperan nunca. Hay quien literalmente se muere de amor (aunque se siga respirando)
🔺Si hay algo que leer, hacerlo de forma completo y tratar comprender lo que se nos está comunicando. No presumir nada.
🔺Dejar ir, si es lo que toca… dejar ir. Nadie puede retener a quien no se quiere quedar.
🔺Saber que nos van a lastimar y vamos a lastimar, eso es parte de sentir. Somos humanos.
Porque sé, que no no todo resulta a veces como esperamos y que salimos lastimados… me permití dejar estas palabras aquí, para que sepas que no eres la única persona que lo pasa y a quien le duele, sino que hay alguien más que lo ha pasado (y quizás superado). No todo el que sonríe ahora, lo ha hecho siempre.