
En el camino nos encontraremos con situaciones que nos harán tomar distancia...
A veces es una herida infligida con toda intención, otras un dolor profundo causado hasta por descuido. Los humanos, a pesar de tener reacciones tildadas de inhumanas, somos muy susceptibles a los que otros nos hagan sentir o a las emociones que algo o alguien nos consigan desencadenar. Los dolores y heridas, los valles de sombra producidos por olvidos o desamores, lo diferente que nos puede resultar la vida con respecto a lo que quisiéramos, son «paradas» necesarias que tiene el camino y que en sí mismas nos pueden llevar a reflexionar.
En esos momentos no es condenable dar un paso atrás (o arriba o a la acera de en frente) y hacer un rápido escaneo de ¿dónde estamos? y ¿porqué hemos sido afectados de alguna manera?, pero sobretodo nos servirá para evaluar si el camino tomado es el que realmente queremos y no sólo «debemos» y de ser así, ¿qué tanto estamos dispuestos a continuar hasta el final?
«Mirar de lejos» no es la sola forma de tomar distancia, sino que es también la manera de tomar respiro… Quizás desde allí podemos ser más objetivos y lo que se nos hacia totalmente negro o por el contrario muy brillante, puede alcanzar el justo color que realmente tenía, es decir, llegamos a tener una mejor perspectiva.
Mirar de lejos, es comprender que a veces se sufre de «hipermetropía emocional» y por tanto vemos mejor la situación a cierta distancia en lugar de hacerlo desde muy cerca.
Es entonces oportuno tomarse un tiempo, que para unos podría ser minutos, horas y para otros períodos mucho más largos y de este modo estar listos para una vez más salir al ruedo de la vida, de las relaciones, de las expectativas y seguir andando.
En el camino de la vida, los sentimientos no se congelan, pero si se enfrían… Por la brisa que pega en la cima, por el cambio de rumbo de la compañía, por encontrarnos con la dotación inadecuada para andar el camino… Por simplemente estar recorriendo senderos emocionales distintos aún cuando los pasos se hayan dado sobre la misma tierra. Lo bueno es que a pesar de todo eso y que el frío haga lo suyo, lo que es de verdad, no se extingue, ni se congela y luego cuando son cálidos los nuevos aires, todo tiene la maravillosa oportunidad de terminar siendo mejor.
Lo importante es no ir dando pasos sólo por el hecho de ver a otros darlos, ni mucho menos por ser empujados… Lo vital es imprimir amor a cada huella dejada, disfrutando cada parada que hagamos y sobre todo, con la esperanza de estar andando el camino que nos lleva a donde queremos, siendo ese lugar desde ya experimentado, porque simplemente a donde queremos ir, es a lo que hoy ya somos o tenemos con el valioso detalle adicional de preciosas experiencias acumuladas que nos enriquecen y complementan, sabiendo además que todo lo ocurrido sirvió para nuestro propio crecimiento.
Estar a la distancia no implica abandonar el camino, sino mejorar su óptica y retomarlo con nuevos aires y fuerzas. Es poder enfocar mejor un punto en nuestro horizonte, dentro del cuadro completo que nos toca y afinar el lente de nuestra mente para percibir serenamente lo que observamos.
A veces simplemente eso hace falta, aunque nos asuste.
Desde éste, mi lado del camino, observo… Te observo.