Tormentas… 🌩️ ⛈️ ⚡️

Las tormentas son tragedias en forma de agua. La lluvia cae inclemente , todo se empapa y hasta se inunda, la vida llora sin ninguna clemencia. El viento azota todo a su paso, no hay rincón a salvo, tenemos miedo.

A veces la tormenta se viste de diagnóstico, y estamos a un paso de despedirnos de este ahora, que un día asumimos que nunca pasaría. Otras su presentación es un corazón roto, que no encuentra salida, a quien el desamor le paso la factura y lo dejo en bancarrota, sin recuperación alguna.

Las tormentas son fuertes, sinónimo de peligro y emergencia. Hay países en jaque por ellas, hay mares que se convierten en tumbas a su paso. Hay dolor, lágrimas y luto cuando llegan. Muchos quedan al descubierto, sin techo y hasta sin piso. Nadie desea una tormenta.

Pero llegan, las tormentas siempre llegan. El cielo de la vida, no siempre es azul y brillante, las nubes grises aparecen por un tiempo hasta que ellas mismas fraguan una tempestad, una gran tormenta producto de no encontrar donde depositar todas las lágrimas que acumularon por mucho tiempo.

En la propia vida, quizás por tiempo nos resulta fácil disimular el dolor, ocultar se vuelve un sistema que consideramos seguro, pero a la vez peligroso. Nos convertimos en seres de “selfie” donde posar y vernos de manera aceptable es la meta de vida más próxima. Pero todo eso, tarde o temprano producirá una tormenta, porque estaremos cansados, agobiados y cargados de tanta irrealidad. Entonces, la salida de todo eso puede convertirse en lluvia fuerte, tornados, olas gigantescas e inundaciones que terminan ahogando. Simplemente nos desbordamos.

Las tormentas se van formando y hay quien las predice porque tienen la capacidad y experticia para hacerles seguimiento, al punto de establecer el grado que tomarán y la ruta de acuerdo a los vientos que pueden seguir. Las zonas se preparan (aunque al final nadie está preparado) para recibirlas y se sabe de antemano que habrá daños y pérdidas. Generalmente esto último supera a lo que pudo haberse imaginado.

Los humanos somos más difíciles de descubrir y predecir, porque también somos maestros del disimulo, y eso empaña el radar que podría identificar la tormenta propia que se avecina.

Pero quien observa… observa.

Hay miradas que por mucha sonrisa en la boca, siempre es una mirada triste. Hay manos que se tocan ante el flash de una cámara, pero son manos que no se unen y mucho menos cuerpos que se abrazan. La apariencia refleja algo que no existe, por tanto termina no convenciendo. El que observa, tarde o temprano se da cuenta de la mentira. Y no hay mejor caldo de cultivo par una tormenta que el no reconocer lo que verdaderamente ocurre.

Irónicamente hay tormentas que se anhelan… en medio de un incendio que lo quema todo, la lluvia intensa y fuerte de una tormenta sería lo ideal para que el fuego no se extienda. Cuando llegue la calma sería imposible saber quien de los dos, hizo más daño, si el incendio o la tormenta .

A veces las situaciones no dan para más, el desierto tiene mucho tiempo existiendo y lo que queda aparentemente verde, corre riesgo de incendiarse con cualquier cosa. Ese escenario quizá se acentúe con la presencia de una tormenta, pero eso puede ser lo único que termine con todo lo que de verdad, no existe.

En fin, la vida está llena de eso. De situaciones elegidas la mayoría de las veces, con olas de dificultades, con relámpagos de noticias devastadoras e inesperadas, con incendios que consumen hasta lo que sentimos. Pero tarde o temprano la calma llega, porque no puede llover por siempre y porque la llama del fuego en algún momento, igual se apaga.

—¿Que queda entonces? nosotros (yo) luego de que el agua ahogó todo lo que realmente no era, queda una náufrago real, una historia por escribir, una vida por comenzar. Alguien que sabe que no se puede esconder lo que se siente, porque eso termina lastimando aún más.

Tormenta

Humo…

La ciudad está a oscuras, más que de costumbre. El cielo está despejado, no hay de las nubes grises acostumbradas que tapizan de nostalgia cualquier intento de seguir adelante. No, hoy tan solo hay humo.

El humo es algo que no puede esconderse, tan evidente como el temblor inesperado en las manos de quien descubre “su persona “ entre michas y quisiera ocultar que el corazón quiere plantar una bandera en ese territorio.

El humo aunque no se toca con claridad, se siente de inmediato. Los pulmones dicen: —Algo está pasando y no es lo que esperaba para respirar. Tan real como el ritmo cardíaco que se acelera frente a la persona que nos detona los sentidos y el propio ser.

El humo y su olor penetrante, al punto de no poder disfrazarlo u ocultarlo aunque le aromatices con olores artificiales que aunque le escondan un rato terminan ellos mismos enrarecidos. El amor también deja un aroma, que inunda o llena y la brisa se encarga de hacerlo volar hasta lo que somos. Es ese olor que hace sentir “sobrando” a aquellos que se empeñan en estar donde hay dos personas que si lo están compartiendo.

El humo necesita salida, sino oso queda en tinieblas y no se consigue respirar bien en medio de el. Los sentimientos, el amor, lo que sentimos también necesita una vía para salir, mostrarse y tornarse la más sublime de las expresiones. Si se calla o esconde terminará doliendo, porque está diseñado para ser entregado.

No siempre estamos dispuestos a que el humo se disipe, a veces la tiniebla aunque nos deja ciegos, es mayor elección por la comodidad de no enfrentarnos a lo que hay dentro. El amor por su parte tiene luz intrínseca, ventana abierta, ojo que mira y es manifiesto, aunque a veces la incomodidad del escenario sea lo único con lo que cuente.

Somos humo quizás un momento, invisibles o molestos con la ilusión del fuego, que tal vez fuimos y ya no es más.

También somos amor y quizás sea la única esperanza de ser renovados, a pesar de las veces que nos haya dolido.

Aunque tengan parecido, lo grande está en la diferencia de quedarnos con el amor (que no es espejismo como humo)

Humo…

Incendios.. 🔥

La ciudad habla de incendios, la emergencia llega, la sequía hace estragos, la imprudencia de otros se combina. Es fatal.

La gente habla de incendios, los que habitan en sus propias guerras, de desolaciones que no encuentran salidas y solo pueden ser vistos por llamaradas de violencias entre unos y otros. Se consume el alma colectiva.

La agitación de mi ser grita: —¡incendio!. El corazón sin riego, el desierto inclemente, la chispa de frustración que no se apaga, la aridez de un amor que ya no existe. Todo se quema, el fin de acera.

Incendios, cada uno distinto, un tanto igual en su esencia. La falta de atención, el prevenir con el cuidado del quien riega, el no dar lugar a eventos inconvenientes como el descuido de tirar una colilla en un cerro seco, o la estupidez de asegurar que una persona te pertenece por un documento de por medio. Descuidos.

Los incendios son descuidos propios de la falta de interés, del no querer ser responsable, de la incapacidad para reconocer en el otro, alguien que vale.

Dolor… inevitablemente es su consecuencia. No hay incendio sin que algo se queme, se destruya, se consuma.

¿Y luego que queda?

La desolación de lo arrasado, la mutilacion de un suelo que tardará mucho o quizás nunca se recupere, para dar paso a algo que crezca; la misma incapacidad en el centro de un corazón fracturado que no logrará unir sus pedazos, ni aún con El Oro más fino. Al menos no en su real interior.

Incendios, cada vez que ocurren se crean “planes de emergencia” pareciera que el dolor capta la atención, pero luego todo vuelve a la misma olvidadiza realidad. La pareja sigue, la fractura no se quita, solo se maquilla de una agónica sonrisa que simplemente soslaya el deseo de haber sido consumido totalmente por el fuego

Incendios, sobre un Apocalipsis en forma de abreboca, de ese mismo infierno que ha sido sembrado al descuido, contando que el abuso, el maltrato y el desamor no hicieran lo que de seguro saben hacer por su propia naturaleza.

Incendios, la naturaleza de los humanos absurdos…