A menudo soy de las que me pregunto estando en un día equis:
—¿Dónde estaré en igual fecha un año después?
Y aunque luego no le paro mucho o hago un seguimiento exhaustivo… hoy puedo darme cuenta de dónde estaba el año pasado para esta misma fecha.
Mayo del año pasado tuvo un marco de azul y arena, de caminatas y carreras a la orilla Del Mar. Un tiempo que necesitaba para estar a solas, para que la vida doliera menos, un tiempo de estar metida en mis propios laberintos (cosa en la que tardé unos dos años o más, hasta hoy)
Era mi lugar, era mi orilla, era yo y lo que pasaba en mi mente y corazón. Mi espacio único en el mundo.
➰Lloré tanto a la orilla de este mar, que los peces podían navegar por mis mejillas.
➰Mis naufragios se perdieron en el agua, y con ellos lo que sentía, y la arena era mía isla, mi defensa ante la pena.
➰Me rompí, me rompí en mil gotas, tanto que el nivel de las olas una vez más que otras subía.Fui testigo de la vida moviéndose en cada paso, de los pájaro que se acostumbraron a verme, y me hice una con ellos y con todo lo que compuso mi lugar turquesa.
Las rocas que en un momento fueron visibles, luego fueron dejadas bajo la arena, producto de los desvaríos del mar (como los míos).
Así como muchas cosas en la orilla fueron cubiertas, así cubrí yo, lo que sentía. Mayo de otro año, que me viste morir y renacer entre agua y arena.
Amaneceres de luz y colores, esos eran mis días de hace un año atrás; mi ventana abierta, como mi alma que sangraba, pero que sanaba viendo los tonos del día en bienvenida o cuando simplemente se iba.
No soy de las que le gusta anclarse en el pasado y en todo aquello que dolorosamente «pudo haber sido y no fue«; sin embargo no puedo dejar de confesar que ese año mi orilla, fue la tierra firme que necesitaba, ante el naufragio de sentirme lanzada por la borda.
En esa orilla en la que sumergía mis pies y sentía que el agua podía tocarte en algún otro lado, me daba el tinto gusto de imaginar que estábamos juntos, por un capricho de ondas eléctrica o más aún, por la certeza de un corazón que te pensaba. Pero luego descubrí, cómo de costumbre que no era así. El naufragio seguía, per el agua en su nobleza, no me ahogaba.
Ahora, un Mayo después; otra víspera de Junio… lejos de esa orilla, sin la ventana de colores y con el alma que siente, quieta y encapsulada, me presento a la vida como sobreviviente de tu ausencia.
Aquí simplemente hace frío, y ya sabes no sólo por los grados que generalmente son bajos, sino por mi alma que descalza y desnuda, busca sin alcanzarlo olvidarse de lo que siente.
Prometí hace un tiempo no escribir más letras cómo estás, al menos no al alcance de tus ojos (y lo he cumplido, tú lo sabes); pero cuando ellas son las que me trasnochan y llevan mis dedos a aterrizar a la superficie que las quiera; nada mejor que este Mayo en despedida, para decirte una vez más… en el escenario de ayer o de otro “ahora”, que te quiero. Y lo digo en letras minúsculas y en voz bajita, para que ni tú mismo te enteres.
Mayo de otro año, otro lugar, otras gentes. Lo inesperado de la vida me condujo hasta aquí, el pensamiento vuela a otro lado, quizás el corazón algo vacío… pero sigo siendo la misma, con más días en sus años.
Mayo 29; 2020… esperando a junio que ya llega.
#loquesehaidosduele