Somos el color de un atardecer…
Todos hemos sido marcados de alguna manera, por las vivencias tenidas, los amores que nos han desbordado, los olvidos que nos han agredido.
Y nuestro reflejo en el espejo es variopinto… como atardecer de un día soleado en el que sucedieron tantas cosas bajo el cielo, llenando de colores intensos lo inmenso, y de trazos más dramáticos algunos otros espacios.
No tenemos un solo matiz, no todo ha sido blanco o negro; nuestras líneas de expresión, los colores de nuestras miradas, y hasta el brillo de cuando nos cerramos a la vida, habla a gritos aún en el silencio de lo que nos ha construido hasta decir, «esto somos».
Nadie sale intacto de la vida, ni conserva su piel sin cicatrices. El firmamento no se mantiene solo azul, por todo el rato que dura el día.
Cada uno de esos matices hacen que valgan la pena los muchos colores, las alegrías, pero también los días duros, las tristezas, los que también se llenan de manchones grises.
Entre estos colores que del atardecer me consigo, descubro tu pincel sobre mi vida, llenándola de tonos que me elevan y también de matices que me derriban . Soy como uno de estos atardeceres, con sus tonos varios que se difuminan, y es de ensueño mirarme y encontrarte, cuando con tu sonrisa me das la bienvenida.
Colores que ya cambian y está entrando la noche… oscura, grande y también con estrellas, pudiera yo estar triste y sentirme olvidada, pero se que después de esto oscuro, viene un día nuevo, con su madrugada.
Volverá mi vida a tener apariencia de otro atardecer de esos bellos; diferentes serán sus matices y acumularé un día más de los colores cuando consigo palparte… o también de franjas oscuras que me deja tu ausencia.