¿Quién está ahí..?

   

El «Desierto» es concebido como un lugar carente de compañía; el diccionario lo señala como «deshabitado» y otras acepciones lo registran como carente de vegetación.  Es decir, por donde lo veamos, nos es un lugar fácil para estar y mucho menos destinado para que lo disfrutemos.

Físicamente no es apetecible, aunque sus arenas en vivo o en cualquier fotografía podrían seducirnos hasta querernos hundir en ellas; sin embargo el «Desierto Emocional» por el cual pudiéramos atravesar puede ser más  letal, peligroso y definitivo que ningún otro.

Ahí, nuestro deseo puede llegar a su temperatura más alta, sofocándonos hasta asfixiarnos o quemarnos, llegando a consumirnos en la más oscura ausencia de compañía.

En sus arenas podemos perder las ganas de continuar y llegar a sentirnos tan cansados al punto de preferir morir al sol, que dar un paso más en busca de la tan lejana supervivencia.

El incandescente sol se hace más notorio y con sentido despiadado sus rayos pueden caer con toda sus fuerzas hasta desgastarnos.

Es ese desierto, el que exploramos sin a veces tener idea de ojo salir, navegamos en sus arenas de dudas y cada grano de ellas va consumiendo el reloj de nuestras ganas y confianza.  Es por eso que si prolongamos nuestra estadía en ese lugar comenzamos a acudir a los espejismos que podemos esconder en nuestra mente, a fin de que nos «duela menos», pero al fin y al cabo dolerá, porque no es real.

En toda la extensión de su diámetro, en el desierto, la compañía desaparece y es casi nula. Cuando luchamos con nuestros demonios emocionales  ¿quién es capáz de estar ahí? ¿Ante una subida en la temperatura de nuestras percepciones, las cuales terminan distorsionadas ¿quién está dispuesto a soportarlo? Es en esos momentos cuando el desierto, literalmente se abre ante nosotros y en algunos casos nos engulle o traga.

Es sencillo y hasta comprensible, gozar de compañía, sonrisas y fiestas cuando todo florece; sin embargo es en el desierto, cuando se prueba quien realmente  tiene el «calibre» para mantener nuestro paso… ese mismos paso, que tal vez en algún momento hasta se detenga y decida no avanzar más (al menos mientras dure la crisis del desasosiego que da la sed que no consigue ser calmada). 

La compañía se hace ausente, pero quien logra que encontremos su rastro o aquel que decide seguir el nuestro a pesar de los vientos que soplan fuertes borrándolo todo… es con quien podemos caminar con confianza en su pleno centro y al salir de él.

Antes o después de cualquier tierra fértil o cultivable, visitaremos algún desierto y en medio de su intensidad podremos comprobar que tan gran grande es la soledad que sentimos y que tan presente está quien hasta ese momento solo lo dijo.  Toda fuente de agua, tendrá su momento de sequía, toda compañía tendrá su momento de silencio.  

Los que logran superarlo son los que pueden continuar juntos. Cuando la sed qué hay en nuestro interior y nuestra mente no logra ser calmada, es cuando comprobamos que a nuestro lado solo había arena.

En lo que a mí concierne… agradezco desde mi corazón tu presencia en medio de mi desierto.

🐪🌴🐫🌞🐪🌴🐫🌞

Muchos son los que se acercan
Cuando el cultivo florece,
Más estos desaparecen
Cuando lo verde no crece.

¿Quién se atreve, quién está?
Cuándo la arena te cubre
Cuándo en ti se confunde
La manera de pensar…

Quien ha estado en el desierto
Sabe que es sentirse muerto,
Aunque puedas respirar.

Y al salir y continuar
Agradecerá al que estuvo
En este lado del muro
Quizás sin mucho que hablar
Pero quien hasta el final
Se mantuvo al lado de uno.

Esa presencia es valiosa
Es como joya preciosa,
Que no vamos a botar
Si no, será como el oro
Parte de un gran tesoro
Que queremos conservar.

Deja un comentario