El teléfono repica insistentemente, debo salir de la ducha dando zancadas y con temor de caerme, empapada además por todos lados. Tomo la llamada mientras dejo la toalla sobre la cama.
—¡Qué ganas de llamar! Si el teléfono tuviera pie, me habría sacado corriendo del baño. Ya uno no puede ni bañarse tranquila.
<Número desconocido>.
—¿Y tanto repique para esto? Al menos debió dejar un mensaje para que valiera la pena tanto brinco. ¡Qué jaleo!
Vuelvo a la toalla con disgusto y comienzo a sacudir mi cabello, sacando todo el exceso de agua. Pensaba ahogarme bajo la ducha, y así olvidar la conversación tan amarga que tuve hace unas horas con Francisco.
—Y es que no sé cómo no lo puede entender ¿porqué tiene que existir un trauma para todo? ¡Simplemente se acabó, no más!
Me llega a la mente, como una película, el recuerdo del inicio de este mismo día, veintiocho de Septiembre; el año que más da, es el mismo desde hace nueve meses. Sentir que el mundo pesa una tonelada nada más al despertar, es como mucho, y más aún con la guardia que me esperaba en la tienda de mascotas las próximas 8 horas. Eso hizo que tuviera la sensación de no saber por donde agarrar el día.
Soy Veterinaria de profesión y de corazón, pero este día realmente he estado hecha un lío.
—¡No tienes buena cara, tía! dijo Samuel mi asistente tan pronto me vio y luego de darme el doble beso del saludo. ¿Qué te ha pasado? Insistió
—Pues nada Samu, la vida… ya sabes.
—Y que también no sé, guapa. De verdad que no entiendo mi «dog» (como una manera especial de decirme doc) alguien tan especial como tu, ¿porque tienes que echarte encima el karma de Francisco? De verdad no entiendo.
—Ya lo sabrás cuando seas mayor Samu. De verdad no tenia fuerzas o ganas de articular más palabras, ciertamente la noche había sido agitada. Francisco mi ex, había tenido otra más de sus crisis.
Y es que no se cómo le llamo mi «ex» si en el fondo nunca fue mi «algo». Salimos un par de veces cuando creí que era alguien normal, me parecía simpático este chico algo tímido, pero todo eso acabo muy pronto.
Descubrí su compulsión por mentir, por inventar cosas a mis amigas y hasta propio Samu, para que no me reuniera con ellos porque él empezó a desarrollar una «necesidad enfermiza» de mí. En menos de un mes, quería hacerse dueño de mi vida, de mis pensamientos y hasta de la elección de mis amistades. Se aparecía a toda hora, los mensajes de texto eran interminables.
Todo paso de un buen conocido a convertirse en un acoso continuo, pero por no querer ser brusca o hacerle sentir aún peor, y entendiendo además que está algo enfermo, he tenido paciencia tratando de explicarle por todos los medios que se término. Se terminó eso que nunca comenzó.
El primer día cuando le escuché llorando desconsoladamente por el teléfono, el corazón se me arrugó al punto de sentirme miserable por causarle todo ese dolor. El tiene esa facultad para hacer sentir culpable al que no tiene culpa de nada.
Y así fue una vez tras otra. Los intentos de homicidio no han faltado o al menos eso ha hecho él que parezca. He tenido que dar más carreras de las que he querido o tenido tiempo de dar, pero ya lo de anoche sobrepaso mi aguante.
Había llamado a eso de las 10:00 pm y empezó a contarme una historia de su infancia que luego por las contradicciones llegue a saber que era solo una más de sus mentiras fabuladas.
No sé si realmente es un tío muy retorcido de mente que solo manipula o si está severamente enfermo y su psiquis necesita atención inmediata. En cualquiera de los casos le recomendé un profesional que podría ayudarle, y aunque me dijo que había asistido a la consulta, luego comprobé que no fue así.
Entre las cosas que quiso contarme, estaba la de un supuesto abuso que había sufrido cuando niño, luego también hablaba de la maldad de un compañero se trabajo, que había logrado que le despidieran; divagaba entre una cosa y otra. Desde que le conozco hace un poco más de seis meses ha tenido tres empleos distintos, lo que confirma que él muy estable no es.
Lo cierto es que después de hablar de la maldad de todos, llego mi turno; entonces yo era la buena, pero siempre que quedara fuera la mera posibilidad de que el y yo, no estuviéramos juntos. Ahí entonces yo me convertía en el peor monstruo de su existencia.
Pasé de la culpa a la rabia, porque ya estoy hastiada de que me coloque como causante de sus angustias. Es una situación insoportable; al final como a las tres de la madrugada le corté. Amenazó con lanzarse de la azotea, pero yo estaba tan agotada que no pude escucharle más.
Luego de la hora del almuerzo, me abordo en la cafetería de la esquina. El sabe que es mi lugar para comprar galletas y el capuchino de la tarde. Ahí llegó mientras merendaba y volvió a repetir el mismo discurso, ese que me ha llevado repetidas veces a ceder ante su supuesto dolor. Pero esta vez no fue así, fui suave pero firme también.
—Francisco, tú sabes que te estimo mucho, pero también debes estar claro que nunca he estado enamorada de ti. Por meses te he acompañado en este proceso que para ti es doloroso, pero ya es tiempo que pases la página y avances. Yo no voy a estar contigo nunca. Al menos no en plano sentimental (y ya no quería tenerlo cerca ni como conocido).
El quería interrumpir cada frase que yo decía y sus lágrimas casi que inundaban la mesa, pero yo estaba decidida a que ni un día más se prologara esta angustia. No era bueno para mí, ni para él.
El no aceptó nada de lo que dije, yo no me moví de mi posición. El se levantó e hizo una escena de esas que él sabe, gritó y yo me mantuve sin moverme. Al observar mi actitud se encolerizó más y empezó a insultarme. Salió del lugar diciendo: —¡Te vas arrepentir Larisa! Nunca podrás estar bien sin mi. Lo que me ocurra, tú serás la responsable.
Y esa última frase me quedo retumbando en la cabeza, pero sabía que si cedía a su ataque de histeria, perdería todo el avance que yo había tenido hasta en mi misma.
De eso ya han pasado unas cinco horas, volví por la tarde un rato a la consulta y pasé revista a mis pequeños que estaban en recuperación post operatoria. El bueno de Samu se quedó a cargo cubriéndome, porque estoy rota, el cansancio definitivamente agota.
Hace poco más de media hora volví a casa, y unos minutos antes de llegar vi que Francisco me envió un mensaje, pero preferí no leerlo todavía. Abrí la ducha y pensaba quedarme allí al menos una hora, hasta que esta insistente llamada me sacó del baño.
Ya que me interrumpieron mi terapia de agua, voy a ver qué es lo que escribió Francisco. Cual será el drama de hoy.
—Voy a saltar de la azotea, quizás cuando leas esto ya lo habré hecho.
Me quede helada al leer su mensaje, pero logré recomponerme al recordar que en ocasiones anteriores ha dicho lo mismo, solo con la intención de que corra a salvarle.
Pero la llamada que recibí de un número desconocido, hace que me angustie nuevamente. Así que decido confirmar si algo ha pasado, devolviendo la llamada .
—Hola, buenas noches. Tengo una llamada perdida de este número.
—¿Larisa, usted es Larisa?
—Si soy yo ¿Qué ocurre ?
—¿Quería avisarle que algo pasó con Francisco Torres?
Siento que el corazón se me paraliza.
—¿Le ocurrió algo a Francisco?
—Lo siento… usted es el único número que aparece marcado en su teléfono de modo repetido, por eso la llamamos. Francisco ha muerto.
—¿Y… como fue, qué ha pasado? ¿Donde ocurrió eso, en su casa? Y al decirlo siento que el mundo se me viene encima.
—No, no, fue en la calle… yo venía algo de prisa y el se adelantó al paso peatonal, así que no alcancé a verlo cuando doblé en la esquina y ahí estaba él. Le aseguro que no quise hacerlo, pero todo fue muy rápido
—Yo mismo le lleve hasta el hospital, pero allí me explicaron que tenía una aneurisma y posiblemente no lo sabía, con el golpe se le estalló y murió casi en el acto. Llegó sin vida al hospital. ¿Me oye… está ahí?
—Si, Sí, sigo aquí…
—Le aseguró que no quise hacerle daño, lo siento.
—Tranquilo amigo, las cosas a veces escapan de nuestras manos. Por supuesto que usted no quería hacerle daño a Francisco… usted no le conocía.
Del otro lado, la person corta la llamada y yo me quedo con el teléfono entre mis manos.
Tirada viendo al techo, tengo extrañas emociones juntas. Siento alivio y tristeza, rabia e impotencia y también siento que fui auxiliada o sacada de mucha prision de alguna manera.
Lo que anoche atormentaba, hoy simplemente no está. Que descanses Francisco, no se si en paz, pero hazlo.