Julio se va despidiendo ya, y ha hecho fiesta de luz, para irse a lo grande.
Los días han sido raros, amargos inciertos, pero la despedida de esta treintena de emociones, nos reconcilia con la idea de que todo «también pasa«.
Por mucho que las aflicciones sean profundas, las heridas alguna vez cicatrizan y el momento más aciago recibe un rayo de sol, volviéndose en esperanza.
No sabemos a ciencia cierta que nos depara el simple día de mañana, pero debemos estar agradecidos de este hoy, aún con todos sus inconvenientes.
En días en los que la vida ha tomado un valor más cercano a su propia verdad, en medio de cuidados y normas de bioseguridad, aislamiento y desinfección, pensemos en todo lo agradable que hemos tenido hasta ahora, antes que la vida nos mostrara otra cara.
Muchos zoom como medio expedito para comunicarnos,m; meet, WhatsApp’s y cualquier medio digital alternativo para vernos y decir de alguna manera que “estamos aquí” seguirán siendo quizás en los próximos meses y quién sabe, si años, la forma que tendremos para seguir estando juntos.
Pero estamos llamados a no darnos por vencidos. En los momentos menos esperados y aún rodeados de las crisis más profundas, suceden cosas buenas.
Poder acercarnos a alguien y expresarle nuestro amor, de forma digital es una vía o un medio que los que vivieron situaciones de emergencia sanitaria antes, no tuvieron. Así que sigamos celebrando la vida, porque es la oportunidad que tenemos.
Julio, me añadiste un año más, y desde esta perspectiva, me permito ver los días con ojos nuevos, con la calma de saber que las prisas no sirven para mucho y que nadie puede vivir ningún día de manera anticipada o posdatada.
Que el presente sigue siendo lo más conveniente.
AC*